Quiero Odiarte ✔️

Capítulo 46

C A P Í T U L O 4 6
IAN DEATH OR DE'ATH

Había pasado un mes desde que Danielle decidió terminar con lo que nosotros teníamos.

Las pocas personas que sabían que ella y yo salíamos ya estaban al tanto de la situación. Sabían que me encontraba soltero, sin embargo, no todos sabían las razones por las cuales la relación no duró.

Mi madre se enteró porque no tuve otro remedio más que decírselo, no soportaba sus preguntas acerca de Danielle y yo, así que me limité a decirle que las cosas no funcionaron y decidimos terminar de la mejor manera, claramente no le iba a decir que me dejó por otro, porque no la quería dejar mal ante la gente.

Las últimas semanas pasaron lentas, me la pasé saliendo a diario para emborracharme y distraerme. Salía continuamente y hacía cosas de las cuales no estoy orgulloso, y solo lo hice por despecho, porque estaba dolido.

Y es que estaba autoconvenciéndome de que todo con Danielle había llegado a su fin, de que podía vivir sin estar al pendiente de su vida, de que ya no sentiría nada cuando la volviera a buscar —que era un dilema cuando ya estaba pasado de tragos—. Mi cabeza perdía toda la cordura y ya ebrio lo único que quería era verla.

Nunca sentí un vacío tan grande en el pecho como el que Danielle me hizo sentir. No sabía porqué, quizás porque fue una de las primeras decepciones que tuve a lo largo de mi vida. O porque hizo que mi corazón se llenara y estuviera hasta el tope de amor que cuando me terminó me dejó totalmente vacío y sin ganas de nada.

Mis amigos me decían que llegaría una mujer mejor, y si, pensé que llegaría el día en que otra mujer me llegará a gustar, pero tenía la sensación de que no volvería a ser lo mismo. Porque yo amaba a Danielle. La amaba cómo podía hacerlo, en cuerpo y alma.

Y me esforcé tanto en olvidarla rápido, y aún así nada parecía suficiente. Le decía continuamente a mis amigos que ya la estaba superando, pensaba en otras cosas, me ocupaba trabajando y estudiando, pero sonaba una canción que me recordara a ella y automáticamente aparecía en mis pensamientos. Mi insomnio tenía su nombre, y era tan frustrante no poder sacarla de mis sentimientos.
No veía la manera de dejar de sentir que su sonrisa me afectara, que sus ojos ya no me iban a mirar a mí, y que probablemente jamás iba a volver a entrelazar mi mano con la suya. Ya no podía decirle que la amo, pero la amaba, y también la odiaba por haberme destruido.

O eso quería sentir.

Odio.

Exhalé el humo del cigarro con lentitud y tiré la ceniza al suelo. Raúl me dio un codazo en las costillas e hice una mueca, mirándolo con molestia y apunto de reclamarle, pero él tenía la vista en otro punto lejos de nosotros.

—Mira —habló, señalando con su cabeza hacia una chica. Enfoqué más mi vista y la observé trotando por el parque, pero no distinguí su rostro por la poca iluminación de las farolas —. Se ve bien, ¿no?

Tenía una bonita silueta, podía admitirlo, pero solo me encogí de hombros.

—Nunca había visto a alguien correr a estas horas de la noche —continuó, y miré la hora en mi celular. Eran las doce con quince —. Menos si es una mujer.

—Por suerte estás aquí para salvarla —bromeé, levantando mis cejas y tirando el cigarro.

—O tú mejor dicho —murmuró y reí, mirando a la mujer acercarse cada vez más al lugar donde nosotros estábamos sentados.