Capítulo 77

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QUE LA VIDA VALE
~Natalia Lafourcade

Mes y medio después.


DANIELLE


Miré con detenimiento la carta de invitación de la boda de Ian y Annabelle, y mi boca emitió un largo suspiro. Un suspiro lastimero. Un suspiro dolido.

Hoy era su gran día.

Por fin se casaban.

El sueño de casarse por fin se le cumplía a ella.

Paseé las yemas de mis dedos por la textura de las letras de sus nombres y tragué el nudo que se comenzaba a formar en mi garganta. Era una invitación tan preciosa y elegante, donde sus nombres resaltaban en letra dorada y caligrafía cursiva.

Annabelle Mainworing
&
Ian Death or De'ath

Su boda comenzaba a la misma hora que mi vuelo salía del aeropuerto, y aunque hubiese podido asistir, no lo habría hecho, porque era algo que mi corazón no soportaría. Sin embargo... quería verlo por última vez, a él, porque necesitaba despedirme para estar bien.

Dejé la invitación sobre la mesita de noche de la habitación y lo pensé, era una mala idea, pero un sentimiento de urgencia y necesidad dentro de mí me ordenaba que lo hiciera, me impulsaba con fuerza, así que, dejé de contenerme y me levanté de la cama con decisión. La boda comenzaba en una hora y media, así que si yo me presentaba con suerte no me encontraría con nadie, solo con él.

Tomé mis maletas y las coloqué a lado de la puerta por si llegaba tarde. Me miré en el espejo por última vez y salí de la habitación.

Bajé las escaleras de la casa con rapidez, de dos en dos sin tener miedo de caerme, el traer zapatos bajos me lo facilitaba. Escuché ruidos desde la cocina y supe que se trataba de mi madre, pero salí de casa antes de detenerme a darle explicaciones. Desactivé la la alarma de mi auto, subí en él, y emprendí marcha hacia el lugar donde se iban a casar.

Era una mala idea, pero por amor cometía errores que eran irreparables.

IAN

Tamborileé con nerviosismo la punta del bolígrafo que sostenía entre mis dedos y releí como por octava vez lo que escribí sobre la hoja arrugada de papel.

Se trataban de mis votos de amor, y yo no sabía qué escribir.

Toda la hoja estaba siendo garabateada y con palabras y palabras que no sabía si estaba bien decir. Puse punto final y doblé la hoja para no seguir leyéndola más, porque entre más lo hacía, más cosas quería agregar y más palabras que cambiar.
Sentía los nervios comiéndome, sentía hormigueo entre mis dedos y también un poco de vergüenza por tener que expresar mis vulnerables sentimientos frente a otras personas, sin embargo, era algo que me nacía hacer para Annabelle, mi mujer.

Guardé la hoja en mi camisa blanca y Raúl se acercó a mí, sacándose del pantalón una cajetilla de cigarros.

—¿Un cigarro para los nervios? —ofreció, rompiendo el silencio que pedí que hiciera para no desconcentrarme de mis votos de amor.

Le di una mirada vacilante, porque no quería impregnarme, pero lo terminé aceptando.
Encendí el cigarro con la ayuda del suyo y lo miré de reojo. Mi primo estaba vestido con una camisa negra, el saco lo había dejado sobre el perchero mientras comenzaba la boda, que ya no faltaba tanto.

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