Capítulo 73

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C A P Í T U L O 7 3.

DANIELLE STTRAFORD.

Casar.

Se iban a casar.

Ian se iba a casar.

Tragué el nudo que se formó en mi garganta e introduje la llave en la cerradura de mi auto.

Escuché el sonido de juegos artificiales y elevé mi mirada al cielo, donde juegos pirotécnicos lo alumbraban con distintas explosiones de colores.

Eso me hizo saber que ella le dio el sí.

Apreté mi mandíbula y dejé de mirar al cielo. Abrí la puerta de mi auto y arrojé sin delicadeza mi bolso dentro, para después subirme sin perder más tiempo.

Presioné mi frente sobre el volante y cerré mis ojos. ¿Por qué me afectaba tanto? ¿Por qué? Mi mente me repitió que era lógico que eso pasaría entre los dos, si ambos lucían tan felices juntos, si ya vivían juntos, ¿qué más podía esperarme?

Solté un suspiro luego de unos segundos torturándome y encendí el motor, saliendo de la calle comercial donde estaba parqueada.

No hubiera regresado, si no hubiese regresado, no habría tenido un amargo sabor de boca, y no me hubiese enterado de la noticia hasta meses después. Pero regresé, y todo por algo que no tenía caso. Apreté mi mandíbula y me obligué a olvidarlo como debí haberlo hecho en mucho tiempo.

Conducí en silencio por las calles hasta detenerme en una tienda local abierta 24/7. Me bajé del auto y entré a la tienda, fui directo al pasillo de los licores y tomé una botella con etiqueta negra.

Cuando me dirigí hacia la caja, el muchacho hizo una mueca y negó con la cabeza. —Ya no es horario para bebidas alcohólicas.

Evité rodar mis ojos.

—Te pagaré de más si me la vendes —propuse, y él negó nuevamente.

—Lo siento pero...

—Te doy el triple de lo que cuesta.

Ya no pudo desaprovechar mi oferta, así que me la vendió.

Esperé a que me diera el cambio de mi billete y el muchacho me miró. Tenía aproximadamente algunos dieciocho años y tenía apariencia de vendedor de drogas. Me recargué sobre el mostrador y le ladeé la cabeza.

—¿Vendes? —inquirí y él se aseguró de que nadie me haya escuchado.

—¿Qué te interesa?

Sonreí.
—¿Qué tienes?

—Aquí solo tengo pase —formé una mueca de desagrado y el muchacho se aclaró la garganta —. Pero tengo un porro de marihuana, si es lo que buscas.

Tomé la botella de alcohol y enderecé mi espalda, claramente interesada. —Véndemelo, y también una de pase.

El muchacho buscó disimuladamente tras el mostrador y me extendió en un ticket lo que le pedí. Lo guardé en mi sostén y le sonreí, dejándole otro billete.

Salí del local y me encaminé a mi auto, que estaba estacionado en un lugar oscuro y discreto. Busqué el encendedor en la guantera y prendí el porro. Dejé la botella de alcohol en la parte trasera de los asientos y me arrepentí de comprarla, porque igual no podría beberla.

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