Capítulo 53

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C A P Í T U L O  5 3.

IAN DEATH OR DE'ATH

Maratón 1/3

Contuve la respiración y me quedé quieto, la madre de Katherine no daba crédito a lo que acababan de decirle, ella negó con la cabeza y se echó a llorar aún con más dolor, con más agonía. Dirigí mi mirada con Raúl y sus ojos me lo dijeron todo, todo y nada a la vez.

—¿De...? —Raúl se aclaró la garganta, dirigiéndose al doctor  —. ¿De cuántas semanas?

—Ocho —respondió, y mi primo bajó la cabeza, sin decir algo más.

Yo no podía entender nada. ¿Por qué si Katherine estaba embarazada decidió terminar con su vida así? ¿Por qué?

Annabelle se levantó de la silla en la que permanecía sentada y envolvió sus brazos sobre mis hombros, podía ser capaz de sentir toda su paz y seguridad que me transmitía.

—Salgamos un momento, Ian —murmuró cerca de mi oído —. Estar aquí siento que te está haciendo más mal.

No me negué, dejé que me llevara sin oponerme, sin siquiera quejarme. Había muchas cosas en las que tenía que pensar, y dentro de la clínica no podía ni respirar.

🍁🍁🍁

El funeral de Katherine fue hecho horas después de lo sucedido. La funeraria estaba llena de gente, habían asistido todas las personas de la preparatoria que la conocían, estaba cada uno de los hombres con los que llegó a salir, así como también las chicas que antes la molestaban. El remordimiento los estaba carcomiendo.

Seguí sin despegarme del cuerpo de Annabelle, ella con su cabello se encargaba de cubrir mi cara en su cuello para que nadie que estuviera de curioso pudiera ser capaz de verme.

—¿Quieres... —la escuché aclararse la garganta. Su voz susurraba las palabras cerca de mi oído para que solamente yo la escuchara hablar —. ¿Quieres mirarla por última vez? No tardan en venir por ella.

Sentí que mi corazón se estrujaba con una fuerza inmensa con su pregunta.
Acomodé los lentes de sol que tenía puestos y la miré ponerse de pie y extenderme una de sus manos. Tomé su mano y con esfuerzo me levanté. Caminamos a donde se encontraba el ataúd donde estaba Katherine y sentí que el aire dejaba mi sistema. La sensación de agonía y asfixia me invadió al ver aquel rostro de la chica que era mi amiga.

Su piel estaba demasiado pálida, estaba maquillada como a ella solía gustarle, su cabello estaba perfectamente lacio y había regresado a su tono natural rojizo.
Una blusa de cuello de tortuga color rosa pastel cubría las marcas de su cuello y sus manos permanecían entrelazadas sobre su vientre sosteniendo una rosa roja.

Apoyé mi rostro en la cabeza de Annabelle, las lágrimas habían dejado de salir, estaba seco. Sentía ganas de llorar pero ya nada salía de mis ojos.

Escuché pasos cerca de nosotros y por el rabillo del ojo pude visualizar a Danielle acercarse, y entonces sentí los latidos de mi corazón acelerarse, y no precisamente por amor.

—¿Qué haces tú aquí? —espeté con dureza. Ella se quitó los lentes de sol cuadrados y su gesto se contrajo en dolor —. No deberías estar aquí, Danielle, eres la menos adecuada, mejor vete.

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