Capítulo 16

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C A P Í T U L O  1 6

DANIELLE STTRAFORD


"—Ya no hay bebé, Adrián —Confesé, en un hilo de voz rota y apagada. Él cerró los ojos por un instante, y meneó la cabeza sin entender de qué hablaba.

—¿Qué? —Inquirió con una expresión de desconcierto —. ¿De qué hablas? ¿Cómo que ya no hay bebé?

Sus ojos color avellana mantenían un sentimiento de emoción que jamás en la vida le había visto, y sentí una horrible opresión en el pecho porque estaba apunto de arrebatársela.

—Lo aborté."

Los recuerdos de aquella vez que aborté se repetían en mi cabeza, y no paraban de hacerlo.

No cesaban.

No se detenían.

Se reproducían en mi mente una tras otra y otra vez como si lo pasado fuera sido ayer. Estaban atormentándome. Quería deshacerme de todos esos sucesos y no sabía la manera de cómo hacerlo.

Yo misma me estaba quebrantando, y merecía todo el dolor que sentía.

Con el tiempo llegué a entender que lastimé a Adrián de una cruel manera, sí, pero cayendo en la realidad otras alternativas no existían. Yo tenía dieciséis, y él diecisiete, ¿qué le iba a deparar la vida a un hijo con padres adolescentes? ¿Qué íbamos a saber nosotros de responsabilidades? La respuesta a esa pregunta es nada. Por eso decidí abortar. Y no estaba orgullosa de admitirlo, pero era la verdad.

La cruda y más sincera verdad.

—¿Está segura que quiere que la deje aquí, señorita? —La voz de David retumbó en mi mente y salí de la nube de pensamientos en la que me sumí sin consciencia alguna. Formé un gesto de desorientación ante su pregunta y fue cuando me di cuenta de que ya habíamos llegado al lugar que le había pedido que me llevara —. Me meterá en problemas si su madre se llega a enterar de esto.

Miré el reflejo de mí misma en el cristal de la ventanilla del auto y retorcí los dedos de mis manos con inquietud. Suspiré con pesadez y eché un vistazo al frente para encontrarme con la casa donde Ian vivía. Noté a través del cristal que el garaje permanecía abierto, lo que me daba a entender que quizás Ian estaba trabajando, o arreglándole algunas cosas a su auto.



Le mentí a mi madre, diciéndole que tenía que trabajar porque Azalea se enfermó y mi obligación era cubrirla. Era la única manera de yo poder escapar de casa para buscar a Ian, por esa razón estaba vistiendo mi uniforme de trabajo y no ropa casual, para que la mentira fuera más mucho más creíble. David, que era el encargado de llevarme a los lugares que yo quisiera no se veía muy conforme con mi idea de no ir directamente hacia el trabajo, así que tenía que hacerle sentir lastima por mí, para que se compadeciera por lo menos un poco.


—¿A usted nunca le prohibieron establecer contacto con alguien? —le pregunté, y David arrugó la frente, sin saber de qué iba mi cuestionamiento.


Suponía que él tenía experiencia en todos los sentidos. Era un hombre que rondaba los cincuenta años, lo que lo hacía parecer un señor sabio, experimentado y responsable.

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