Capítulo 51

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C A P Í T U L O  5 1.

IAN DEATH OR DE'ATH

Tragué saliva y con las puntas de mis dedos recorrí la curvatura del cuello de Annabelle. Empezaba a sentir mi piel caliente al estar tan cerca de ella.

Eché la cabeza por un segundo hacia atrás para volver mi vista al cielo y sentí las delicadas manos de la rubia asentarse dentro de los bolsillos de mi pantalón, bajé la mirada para saber qué estaba haciendo y ladeé la cabeza, mirando que sacaba todas mis pertenencias.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, bastante confundido pero sin detenerla. Annabelle colocó mis cosas sobre el cemento y se quitó los zapatos con la ayuda de sus talones.

Resopló con una mueca de diversión. —¿No es obvio? Quítate los zapatos tú también.

—¿Qué? ¿Para qué?

Ojos gatunos volvió a soltar un resoplido, como si estuviera dándome todas las señales de la vida y yo no entendiera ninguna. Y es que en realidad no estaba entendiendo.

—¿Crees que la alberca está solo de adorno?

Sonreí ladinamente y cogí la copa de vino para beber el resto que había dejado. Observé en silencio a Annabelle hacer un rodete en su pelo rubio, su cabello teñido la hacía ver aún más angelical y le daba más iluminación a su bonito rostro. Ella me sonrió mostrándome sus dientes parejos y me fui quitando los zapatos con lentitud, solo para hacerla esperar.

—¿Tienes calor? —inquirí, dejando la copa vacía y acercándome a ella; que estaba de espaldas al filo de la alberca. Le extendí mi mano para que la tomara y aprovechó la situación para jalarme y aventarme al agua, sin embargo, también la jalé y cayó conmigo.

Saqué mi cabeza de la superficie y tallé mi rostro mojado, tosiendo por el agua que tragué. Respiré hondo y me pasé las manos por el cabello tratando de que no me cayera por la frente y me estorbara. El agua me llegaba debajo de los hombros, y Annabelle muy apenas podía sacar media cabeza parándose de puntillas.

El rodete se le deshizo, así que intentaba de que no se le enredaran los cabellos en el cuello y le molestaran.

Nadé hasta la orilla de la alberca y me recargué con despreocupación, esperándola a que nadara a mi dirección.

"—¿Yo te gusto, verdad que sí? — cuestionó directamente, y me sorprendí, sin embargo, dejé escapar una risa para no delatarme.

Meneé la cabeza y reí. —Estás loca, ¿de dónde sacas eso?

Sonrió, e hizo una mueca de arrogancia, meneando las manos en las olas del agua.
—¿Entonces vas a negar que te gusto?

Resoplé sonriendo. —Por supuesto, modesta. Tú no me gustas. Eres bonita pero no me gustas.

Se carcajeó. —Bien. No hay problema en que lo niegues.

Resoplé. —No me gustas, Danielle —mentí.

Ella me dió la espalda y fue a nadar más alejada de mí.
—Sí, sí  gusto, Ian."

Sacudí la cabeza, deshaciéndome de todos aquellos recuerdos que albergaban mi mente y decidí enterrarlos para olvidarlos, ya ni dolían tanto.

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