Capítulo 58

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C A P Í T U L O  5 8.
IAN DEATH OR DE'ATH

El hombre que tenía delante de mí no significaba nada. Era un hombre común y corriente al que le tenía un odio infinito y profundo. Había dicho que no quería odiar a las personas porque el sentimiento solo traía malas vibras, pero olvidé que al hombre que me engendró lo odiaría durante toda la vida.

¿Qué era un padre? Era algo que yo nunca iba a saber, porque a mí siempre me faltó uno. A veces veo en los parques a los niños felices jugando, siendo abrazados y cuidados por sus padres, y en ocasiones desarrollaba un sentimiento de saber qué era lo que se sentía ser amado. Pero nunca tuve una figura paterna a quien seguir. No me duele no tener un padre, en cambio me alegro, porque Andrés solo era una basura de persona a quien no tenía el más mínimo interés por conocer. Sin embargo, tengo que reconocer que su abandono nos ayudó en algo a mi madre y a mí, me dejó algo bueno. Nos dejó la convicción de esforzarnos por aprender y salir adelante pese cualquier situación. Me dejó la carga de convertirme en un hombre responsable a temprana edad, y gracias a eso, a mi madre gracias a Dios nada le faltaba. No la tenía viviendo en un castillo aún, pero no tenía que volver al mismo ambiente feo de antes. Tampoco tenía que estar trabajando, pero era decisión propia para no sentirse aburrida.

El hombre que tenía mi misma sangre era alto, tan alto a como lo soy yo. Con los mismos ojos y por un momento llegué a odiar tenerlos de color azúl como los suyos.

Él levantó una ceja hacia mí, mirándome con expectación de arriba a abajo, cosa que hizo que endureciera mis gestos.

—¿Tú eres Ian? —preguntó, y apreté más mi mandíbula, hasta llegar al grado de que las muelas comenzaran a dolerme —. ¿Él es mi hijo, Beatríz?

Mi madre apretó con más fuerza mi brazo, y  estaba por darle una respuesta llena de repulsión, no obstante, la puerta del restaurante volvió a ser abierta.

—¿Qué pasa, papá? —le preguntó una voz que reconocí al instante —. ¿Por qué tardas tanto?

Cerré mis ojos por un breve segundo, cuando miré a Denisse hablándole al hombre que supuestamente era mi padre.

No. No podía ser cierto.

Simplemente no.

Denisse era hija del mismo padre que yo.

Mierda, no.

—¡Ian! —saludó ella al percatarse de mi presencia —. ¡Qué sorpresa verte aquí!

—¿Lo conoces, Denisse? —cuestionó él y ella asintió sonriendo.

—¡Sí! Él era... mhm... mi amigo en la preparatoria.

Era imposible que yo me estuviera enrollando con Denisse tiempo atrás y que fuéramos hijos del mismo padre.

Annabelle notó toda la tensión que se creó en el ambiente, y mi madre seguía en silencio, parecía que quedó en estado de shock.

—No, no, no —negué con la cabeza repetidamente, imposible de creerlo —. Denisse tú no te apellidas Fisher.

Su ceño se frunció.

—¿Qué? Claro que sí, solo que siempre he usado el apellido de mi madre —aclaró ella y sentí que el corazón empezó a acelerar los latidos cardíacos —. ¿Por qué dices eso, Ian?

Andrés agachó la cabeza, mirándose avergonzado.

—Denisse, él es mi hijo.

La mandíbula de ella se desencajó, y negó con frenesí riéndose con histeria.

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