Capítulo 75

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C A P Í T U L O 7 5

DANIELLE STTRAFORD


Terminé de ponerme mi pijama satinada de lunares negros y salí del cuarto del baño. A través del ventanal del apartamento de Adrián se veía la luna apareciendo, volteé a mirar la hora en el reloj inteligente de la pared y vi que apenas eran las ocho de la noche. Solté la toalla sobre la orilla de la cama y busqué entre los cajones una crema que pudiera hidratarme la piel, como pasé la noche junto a Adrián después de mi fiesta, no me había llevado ninguno de mis productos personales.

Abrí el primer cajón y no encontré nada más que cables y cosas acumuladas, en el segundo había hojas y papeles regados por doquier. Fruncí mis cejas y moví algunos documentos para ver qué más tenía, y mis dedos rozaron una libreta de cuero, la saqué con curiosidad y me cercioré de que Adrián no entraría para abrirla. La abrí sin mucho preámbulo y encontré la primera hoja en blanco, la segunda también, e incluso la tercera. Sacudí la libreta para ver si algo salía, y entonces una fotografía cayó en mis pies.

Me agaché para voltearla y mirarla, y vi que era una foto de Adrián junto a Katherine, eran ese tipo de fotos que te sacabas en una cabina de un centro comercial, con varios recuadros. Ellos salían sonriendo, besándose, haciendo caras raras y abrazándose. Katherine en las fotos ya no traía su pelo rojizo, lo traía negro, y con ver la fecha en la esquina supe que esa foto era del tiempo en que salí con Adrián para aparentar. Tragué saliva y apreté los dientes. Siempre tuve la sospecha de que ellos seguían mirándose, pero no tenía ninguna prueba que lo validara. Pero, ¿por qué después de que ella me tachara como una traicionera aún podía seguir mirándose con él? Y a mí odiándome. Aunque también quizás era
su manera de hacer  ver que aunque yo estuviera con Adrián, él siempre la buscaría a ella.


—¿Qué haces? —me sobresalté por la pregunta, pero no me molesté en aparentar que no estaba chismeando en sus cosas —. ¿Por qué estás mirando eso?

—Seguiste mirándote con Katherine aunque estuvieras conmigo —acusé, y Adrián frunció las cejas —. Mientras que supuestamente estábamos juntos tú ibas y salías con ella.

—Danielle, eso fue hace muchos años —justificó, caminado hacia mí —. ¿Por qué lo sacas hasta ahorita?

Dejé la fotografía encima de los cajones, sin apurarme por volverla a guardar y lo miré indignada. —¡Porque apenas me acabo de enterar!

—¿Y qué te molesta tanto? —preguntó, confundido —. Sabes bien que nosotros no estábamos juntos, y si lo estábamos solo era para convencer a tu mamá y a la mía de que ya nos habíamos olvidado de quienes si queríamos.

Le entrecerré los ojos y negué con la cabeza. ¿Qué me enojaba tanto? ¿Saber que para Adrián yo ya no era su prioridad?

—No estábamos juntos pero si nos besábamos, ¿no?

Él aplanó los labios y no respondió de inmediato. —Solo pasó una vez, y sucedió después de que miraste a Ian besarse con Annabelle, no porque te naciera. Aparte —levantó una ceja —. ¿Qué te da tanto coraje? ¿Que yo si pude salir con Katherine después de la farsa y que tú no pudiste con Ian porque él ya no quería?



El corazón se me aceleró y sentí que una oleada de calor invadía mi cuerpo por el enojo que me hacía sentir, y porque, estaba en la razón.

—¿Por qué siempre tienes que meter a Ian en cada puta conversación?

Adrián se atrevió a soltar una risa seca, sin poderse creer que yo formulé esa pregunta.

—Porque giras alrededor de él —contestó con simpleza.

Rodeé los ojos. —Quisieras.

—¿Entonces si te digo que viene para acá no pasa nada?

Mi interés ante su pregunta fue bastante obvio, sin embargo, traté por aparentar que no me inmutaba.
—¿Tú con Ian? —fue mi turno de reír —. ¿Qué son ahora? ¿Amigos? Antes ni lo tolerabas.

—Ahora somos adultos, Danielle. tú también ya lo eres, así que deberías comportarte como tal.

La chispa de enojo creció más en mi interior.

—¿Comportarme?

—Mira, Danielle, te quiero mucho, pero tengo que decirte la verdad, porque sino lo hago yo nadie más te la dirá —dio unos pasos hasta detenerse frente a mí —. No sé qué pasa por tu cabeza, pero siempre estás metida en tu realidad donde lo único que te importa y te duele es que Ian esté siendo feliz sin ti —me mordí el interior de mi mejilla  y quise quitarme, pero Adrián me tomó de los hombros para que no me moviera —. Pero la vida no solo se trata de eso, debes poner los pies en la tierra, aterrizar y reventar tu burbuja donde solo te centras en Ian y en hacer no sé qué cosas inmaduras con tu vida —arrugué el gesto por las cosas que me decía y lo traté de mover  para zafarme.

—Quítate —ordené, y él no lo hizo —. ¡Quítate, Adrián!

—¿¡Por qué te tienes que poner así cuando te dicen tus verdades!? —bramó, soltándome —. Yo te he apoyado en todo, Danielle, y he estado contigo desde hace muchos años, a pesar de cómo eres y de lo que haces —con decirme eso supe que se refería a mis malas acciones —. Si vienes yo te recibo porque te estimo, y porque me importas, y si te pido que te cases conmigo solo es para ayudarte, ¿sabes por qué? Ni siquiera has de tener la mínima idea de que tu familia está quedándose sin nada, está perdiéndolo todo —lo miré a los ojos para detectar la mentira, pero parecía sincero, sincero y molesto —. Si tu madre te regaló un apartamento es porque es lo único que le quedaba, porque la casa grande donde antes vivían están por venderla, pero no te das cuenta nunca, ¿no? Deja de actuar como una niña y actúa como grande, tal vez por eso Ian ya no te quiere, porque no tienes aspiraciones ni te esfuerzas en conseguir nada —bajé la mirada al suelo al sentir una punzada de dolor por sus palabras —. No había ninguna necesidad de decirte  esto, ¿te das cuenta? Pero tampoco había necesidad de que te enojaras porque después de nuestra farsa salí con Katherine, y no te preocupes, por si estabas con el pendiente solo fue esa vez de la foto, y si lo hice fue porque realmente sí la quise. Yo sé que si habrías tenido la oportunidad también lo hubieses hecho con Ian, sin importarte yo —me dio la espalda, suspirando —. Y tú sabes si quieres molestarte conmigo  por decirte la verdad, pero sabes bien que si me dejas de hablar te quedas sin nadie, porque soy el único que te quiere.

Mi corazón escoció en ardor, porque era cierto, pero mi orgullo no iba a dejar que lo admitiera, así que enderecé mi espalda y puse otra faceta. —Claro que no, habrá muchas personas y hombres que me puedan querer.

Adrián volteó a verme. —No lo dudo, a lo mejor en Londres conozcas y tengas a tu disposición a una infinidad de hombres, pero demuéstrales a la verdadera Danielle y verás que se te irán, en cambio yo siempre he estado para ti.

—Nunca te lo he pedido. Si tú te quedas conmigo es por gusto, no porque yo te necesite mucho.

Sonrío con sequedad. —Lo sé, Danielle.

Busqué mi abrigo para ponerlo e irme. —Entonces no me vengas a reclamar nada.

Me puse la gabardina larga y pasé por su lado para salirme de su habitación, pero Adrián me detuvo por la muñeca. —Entonces tú no me vengas a buscar cuando te sientas sola y tampoco cuando quieras darle celos a alguien al que ya no le importas.

Lo miré a los ojos, esperando que se disculpara, sin embargo, solo me desvió la mirada.

Tomé el pomo de la puerta y volví a esperar por unos segundos para ver si me detenía, porque realmente no quería pelear con él, pero por más que esperé Adrián no me detuvo, así que no tuve más remedio de abrir la puerta, y encontrarme con mi tormento o mi salvación afuera.

Quiero Odiarte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora