Capítulo 45

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C A P Í T U L O  4 5.

IAN DEATH OR DE'ATH

No había podido dormir en toda la noche. Se llegaron las cuatro de la mañana, las cinco, las seis, y a pesar de mi borrachera no conciliaba el sueño.

Sentado en la esquina de mi habitación vi la claridad del día a través de las cortinas, parpadeé lentamente y sujeté mi cabeza con mis manos, desesperado.

Lágrimas para llorar ya no tenía, me las había acabado todas, toda la madrugada solo me la pasé llorándole a sus fotos, pero aún seguía sintiendo un vacío dentro de mí.

Y quería justificar a Danielle, me hice pensar que el de la culpa fui yo, que quizás no la traté como se merecía, que me faltó demostrarle todo el amor para que no me cambiara por alguien más, pero me era imposible, porque sentí que le estaba dando lo mejor de mí, me esforcé en que funcionáramos juntos, traté de entender cómo se sobrellevaba una relación, y la respeté, pero si hice todo eso, ¿por qué me dejó?

Los latidos de mi corazón se debilitaron cada vez más, y dolía, dolía mucho, ¿qué hice mal? ¿El no haber nacido con dinero fue lo malo de mí?

La puerta fue abierta sin previo aviso y mi madre se asomó por el marco, traía su cabello recogido en un moño despeinado y uno de esos vestidos largos que pensaba que eran para playa. Tallé mis ojos y me esforcé en comportarme con sobriedad para que no me regañara. Mi madre sonrió a medias y me acomodé en una mejor posición en la silla dónde estaba sentado.

—¿Tiene mucho que despertaste, hijo? —preguntó, deduciendo que sí dormí —. Ven a comer, la comida tiene mucho que está lista, levántate para que comas y te alivianes, porque necesito que me arregles un hueco en la cocina.

Intenté despejar mi mente y centrarme en cualquier cosa que me mantuviera concentrado, así que sonreí a duras penas y asentí con la cabeza.

Estaba seguro que en otra ocasión, si yo hubiera llegado muy borracho a casa y no hiciera nada en todo el día ella me estaría gritando que soy un flojo y que no he hecho nada productivo. Ni siquiera me dijera que la comida está lista para ser servida, sin embargo, el haber estado alejado por un largo periodo de tiempo lo cambiaba todo.

—Me siento mal —me quejé, sobando mi cabeza.

—En la cocina tengo pastillas para el dolor —murmuró y la observé salir de mi cuarto. Solté un suspiro de cansancio y recorrí las paredes de mi habitación. Habían miles de recuerdos y todos se agolpaban en mi mente, y Danielle era la protagonista de cada uno.

Me levanté de la silla con coraje y malhumor, y caminé hacia el baño para bañarme y que no se me notara tanto el que no dormí.

Al terminar entré a la cocina y mi madre sirvió la comida en la mesa.

—Llegaste muy tomado anoche —comentó ella y bajé la mirada —. ¿Estabas con Danielle y Raúl? ¿O solo con Danielle? —inquirió y escuchar la mención de su nombre hizo que algo dentro de mi pecho se removiera dolorosamente. Evité la mirada de mi mamá, que esperaba una respuesta rápida de mi parte —. ¿Ella si bebe alcohol?

Apreté con fuerza mi mandíbula.
¿Cómo podía explicarle a mi madre que Danielle y yo habíamos terminado? ¿Qué respuesta le podía dar? Sabía de antemano que cuando lo supiera me cuestionaría el porqué, y quería evitarme las preguntas incómodas, porque era como echarle limón a la herida.

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