Más y más

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Le dijo adiós con una sonrisa a su pequeña hermana. Prometió a su viejo ir a casa a mañana por la tarde cuando le daba un abrazo y una palmada en la espalda. Le juró una venganza de muerte a Kurokawa mostrando su dedo medio. 

Escuchó el reclamo fingido de Tomoe cuando chocaban los puños, mientras que el viejo calmaba las aguas entre los hombres de su familia. Con su hijo mayor nunca se sabía, su intensidad podía subir de nivel. Souichi los miró y se despidió de todos agitando la mano y con cara de póker.

Por supuesto que los quería muchísimo, pero demasiada gente y ruido en su casa había sido suficiente por ese día. Le cerró la puerta a su familia quienes se retiraron con alboroto porque Kurokawa no encontraba las llaves del carro.

Bufó de cansancio, se revolvió el flequillo y se quitó las sandalias para sentir la frescura del tatami. Sus pies se sintieron como en las nubes. Notó que el calzado quedó desalineado, quiso hacer caso omiso pero el par de Oxford lisos color negro a su costado le señalaba su lugar y posición correcta.

«¿qué te cuesta ser un poquito ordenado, Senpai?»

Torció el gesto en una especie de media sonrisa al recordar aquel momento, y no tuvo más remedio que inclinarse para acomodarlos.

«maldito controlador que eres...»

Pensó Souichi al ver que todo estaba en orden. Con las manos en la cintura apreció su pequeña acción del día..., parpadeó al darse cuenta que tenía tiempo que sus zapatos no tenían compañía.

Omitió el ligero y significativo detalle de que ese tipo es Pie Grande, no perdería el tiempo en esos pensamientos melancólicos pseudorománticos de: estar solo por tanto tiempo, y que de la noche a la mañana— por fin, después de tanto esperar— aquel chico llegase a iluminar sus días.

—Baah...

Sus pensamientos podrían ir por lugares oscuros a los cuales no deseaba explorar porque le causaba un aleteo en el estómago que ha decir verdad le incomodaba el inexistente motivo o razón científica que los causaba. O simplemente se negaba a creer que su cerebro estaba generando un exceso de dopamina, noradrenalina y serotonina.

«estúpido desbalance químico...» Aún faltaba mucho para dar su brazo a torcer. Lo sabía, pero aún no lo diría.

Llegó hasta el mueble en dónde Morinaga estaba repantigado un tanto exhausto por todo el jaleo del día. Se desabrochó el botón del pantalón porque aquella ingesta del festín culinario había sido una grosería para su cuerpo. Tenía los ojos cerrados cuando sintió que el asiento se hundió con el peso de su Senpai.

No abrió los ojos. Solamente sonrió al sentirlo a su lado. Souichi notó ese gesto en sus labios y no supo qué decir o qué sentir. También cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, justo como su compañero de mueble.

—¿y bien?

Morinaga abrió un ojo para buscarlo. Cabellos largos alborotados, piel pálida y ojeras marcadas. Lo encontró igual de cansado que él.

—Ha sido todo muy bonito. Gracias.

Buscó la mano de Souichi para besarle los nudillos, las mejillas del rubio se pusieron carmín. Pensó que los labios de Tetsuhiro siempre eran cálidos. Esa clase de gestos y detalles tan inocentes siempre le descolocaban.

Y es que...

En su fuero interno prefería un millón de besos cursis que esos besos salvajes y necesitados. Con los últimos nunca había tiempo para procesarlos, todo estaba caliente en el momento, e iban de fuego en fuego.

Shots Shots ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora