Márcame

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Amanece amarillo.Los cálidos rayos lo bañan de luz. 

Tibio. No es necesario tocarlo para saber que su piel puede quitarme la frialdad de los dedos.

Su antebrazo lo protege de la claridad del día, su pecho sube y baja con parsimonia. Su barbilla y sus mejillas dibujan una leve sombra de vello. Hace una semana que no se afeita. En antaño recuerdo que lo prefería suave, pero he pensado que tampoco me desagrada.

A veces su boca se abre levemente cuando duerme, pero hoy la tiene sellada. Sus sonrojados labios guardan el secreto de sus sueños. Cuando mi mirada baja a su clavícula puedo ver una pequeña marca enrojecida. Pero lo más vergonzoso es ver su hombro, la marca de mis dientes también es reciente. 

Perdí el control, es su culpa.  Lo que veo en uno de sus pezones me da más vergüenza, otra mordida.

En su abdomen veo las marcas de mis dedos, le pellizqué un poco la piel. Mientras mi mirada va bajando me doy cuenta de su desnudez. Debajo de su ombligo tiene un leve sendero de vello, sigo con mis ojos  el camino hasta llegar a su pelvis. Tiene un cuerpo tonificado sin esfuerzo.

Su otra mano descansa entre su pubis y su ombligo. Esas manos tan descaradas que me hacen rabiar y temblar en un parpadeo. Sus manos no se cansan nunca de tocarme, de cuidarme, de protegerme. 

Maldición. Debo voltear a otro lado, pero mi cuerpo pero no obedece.  Mis ojos siguen perdidos en su cuerpo mientras mis mejillas están calientes. 

Estoy aquí tratando de entender por qué no quiero sacarlo a patadas, o por qué aún no me largo de aquí. Casi siempre soy yo el que se levanta de último y el que se siente amenazado por la mañana. Soy yo el que siempre inicia la agresión a su persona, en un intento fallido de indignación por lo ocurrido.

Pero por alguna razón sigo aquí a su lado, contemplando su desnudez. Doy gracias al cielo por la sábana que cubre el polo sur de cuerpo. Aunque puedo ver con un poco de esfuerzo el bulto que yace entre sus piernas.

Este tipo no conoce vergüenza aún estando dormido. Entiendo que esas situaciones no están bajo su control, es parte de la naturaleza masculina. Me asombro al  reconocer que conozco su cuerpo. 

Cada marca, cada lunar, cada curva y cada pedazo de piel. Conozco su cabello, podría distinguirlo en cien personas por su cabello. Conozco su textura y su olor. Conozco el aroma de su cuello y la sensación de sus dedos sobre mi cuerpo.

Conozco las marcas de su espalda, también conozco cuales son las  cicatrices que lo adornan. Siento un retorcido placer al ver mis huellas en su piel. A veces me he preguntado cómo me sentiría si alguien ajeno dibuja sobre su cuerpo. 

¿Qué sentiría al ver una mordida que no es mía? Hasta ahora me di cuenta que su piel tiene mi nombre  y eso me gusta. Me encanta la idea de saber que solo yo puedo infringir esa clase de dolor en él. Es vergonzoso pero es placentero. Es enfermo.

Por el pequeño agujero de la sábana veo cuando su mano se desliza hacia su pecho para rascarse, entonces al moverse la sábana se bajó más y la punta de su pene se asomó al nuevo día. Algo en mi zona sur despertó.

Sentí como mi erección creció y creció. Un gemido de asombro quiso salir de mi boca pero me contuve. Me di la vuelta para darle la espalda. Me debato entre la posibilidad de escapar o quedarme. Me debato entre las sensaciones de mi cuerpo y entre las ideas de mi mente.

Si me muevo puede atraparme, si me quedo quieto posiblemente se me olvide todo. Grave error al tratar de moverme un poco, las sábanas me rozaron el miembro. Gemí bajito. 

Siento que mi cuerpo está sobrepasando los limites de la calidez para entrar en modo caliente. El tipo que está a mi lado sigue durmiendo. Cierro los ojos y trato de recordar el valor de Pi.

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