Nictofilia

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Oscuridad. Un placer secreto, las tinieblas también tienen luz. En ese estado de penumbras no es más que la ausencia de luz. Nadie necesitaba luz extra cuando estaba con él.

Aprendió a tomarle gusto a la noche. Se enamoró poco a poco del silencio de la oscuridad. Se ilusionó cada día de lo que podía pasar en la ausencia de luz.

Se volvían valientes frente al color negro. Mientras uno se lamentaba en la penumbra, el otro encontraba belleza en la niebla de sus pensamientos.

Sus pensamientos eran como la noche, de un tono oscuro, pero a la vez brillantes.

Si era con él, era correcto. Si era para él, sería estupendo.

🌒💫🌘

Una vida bajo presión era como pintaban sus últimas semanas. No se dio cuenta del tiempo, mucho menos de los días. Tal vez si ponía atención a los ventanales del laboratorio se podía dar cuenta si era de día o de noche.

Hubo dos días que tuvo que dormir allí. Mucho trabajo y poco tiempo. Nunca tuvo afecto por las fechas límites, pero siempre pudo lidiar con ellas. Excepto por esta última entrega. Maldita burocracia.

Estaba tan cansado. Se sentía agotado. No tuvo tiempo de extrañarlo. Se le había olvidado en qué día estaba viviendo. Llegó arrastrándose casi a la media noche. Lo había terminado.

Subió los escalones de forma pesada. La mochila a su hombro la encontró más pesada de lo normal. Buscó sus llaves en el bolsillo derecho, se palmeo el trasero para verificar la presencia de su móvil.

Todo estaba en orden. Encontró sin ver, aquella llave que estaba enfundada en un arillo de plástico, solo era cuestión de sentir la textura entre sus dedos para saber cuál era la correcta.

«Senpai, es buena idea colocar algo en ellas que las haga fáciles de identificar»

Esos recuerdos le vinieron a su mente soñolienta mientras encontraba el agujero de la cerradura.

Estaba tan cansado que no se dio cuenta que fue innecesario girar dos veces la llave para entrar.

Se quitó los zapatos con los mismos pies, demasiado esfuerzo sentarse y desatarse las agujetas. No se dio cuenta del par de calzados que estaban en perfecto orden en el genkan.

Terminó de llegar a casa arrastrando los pies y dando bostezos tan grandes que se podía comer el mundo entero. La soledad oscura lo recibió, pero no se dio cuenta que en cierta habitación había vida propia.

Tetsuhiro lo escuchó entrar a casa, faltaba poco para las doce la noche. Le avisó a Souichi su fecha de llegada unos días antes, pero en uno de esos mensajes recibió como respuesta que tenía mucho trabajo por hacer.

Vio las sombras de su senpai merodear por la sala, fue un revoloteo en su pecho cuando lo vio después de mucho tiempo. Se acercó despacio. Souichi encendió la luz de la cocina buscando un vaso con agua.

A su espalda escuchó que alguien lo llamaba en murmullo. Se giró para buscar el origen de ese ruido.

Se miraron. Sus ojos se encontraron. Fue una primera vez. Sus primeras veces se repetían cada dos meses. Sus ojos se encontraron por primera vez de nuevo.

-Morinaga...

Decir su nombre fue incluso un esfuerzo sobre humano. El cansancio y el agotamiento estaban cobrando fuerte la factura.

-Senpai...

El viajero llegó hasta su lugar para estrecharlo en su cuerpo. Un sumiso senpai lo recibió, aspirando ese olor tan característico con unas notas de madera que se quedaban impregnadas en su ropa.

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