Una diosa con labial rojo

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Terminé de dar los últimos retoques a mi maquillaje y ya estaba lista. Mi secretaria se encontraba esperándome en la sala, supongo arreglando los documentos que podría necesitar.

Después de todo ese momento reconfortante que tuve con papá, comencé a ver las cosas un tanto distintas, o almenos ya no me cerraba tanto ante otras posibilidades. En la noche que volvimos al apartamento hablé con Lucy, le dije que ya era hora de regresar a la oficina. Por supuesto ella se negó al principio, más que todo porque decía que no estaba al 100% en el ámbito emocional, y el estrés del trabajo me podría afectar más. Y era cierto, pero si no me lanzo a seguir intentando arreglar cada cosa de mi vida que no me deja ser felíz, nunca lo seré. Después de darle mis argumentos, ella aceptó resignada, recordándome que estaría ahí por si la necesitaba, y no solo en el ámbito laboral. Nunca terminaría de agradecerle todo lo que hace por mí.

Decidí no ir tan formal y le dije a Lucy que hiciera lo mismo, además no tenía idea de los pendientes que tendría al llegar, y por supuesto no había avisado ni a mi socia ni mucho menos a su secretaria que iría. Iríamos.

Me puse un top negro sin mangas y un jean, junto con mis Balenciaga blancos. Agradecí haberme acordado de traer mi ropa después de salir de mi casa, no es que no me gustara la ropa de mi secretaria pero tampoco quería abusar de su confianza y hospitalidad.

Me dirigí hacia la sala con mi bolso colgado en mi hombro, sentándome en el sofá lista para irnos.- ¿Nos vamos?

La rubia volteó a verme deteniendo su mirada que me recorrió desde abajo.- Muy hermosa.- me sonrió.- ¿Pero no se te olvida algo importante?- Me dejó pensando, no sabía a qué se refería. Negué con la cabeza para que me explicara.- Tus pastillas Poché.- sacó el pastillero enseñándomelo mientras lo agitaba, haciéndolo sonar como una maraca.

Si tenía pensado alistarlas al salir.- traté de convencerla de que era así, pero soy muy mala mintiendo.

Felizmente soy tu secretaria, así puede asegurarme de mantenerte a salvo.- se sentó en mis piernas y agarrando mis mejillas, plantó sus labios en los míos en un dulce y tierno beso.- Ahora si nos vamos.

Sonreímos y nos levantamos, salimos del apartamento y tomamos el ascensor. Llegamos a la salida del edificio y entramos al auto, estando mi secretaria de piloto y arrancando rápidamente para llevarnos a la oficina lo antes posible.

Una vez estuvimos frente a nuestro destino, estacionó con habilidad y bajamos, entrando a la par en la gran edificación. Al volver a entrar en ese ascensor, miré hacia abajo, agarrando y entrelazando nuestras manos. Subí mi mirada a su rostro, el cual estaba algo rojizo por mi reciente acción, a este gesto lo acompañaba una sonrisa hermosa de oreja a oreja.

Las puertas del estrecho lugar se abrieron, dejándonos ver a todos los empleados moviéndose de un lado a otro, algunos llevando documentos, otros sirviéndose café, unos cuantos ya sentados en sus puestos de trabajo. Todo se veía o parecía normal, un día común como cualquier otro en la oficina.

Sentí como mi acompañante hizo un minúsculo movimiento intentando quitar su mano, pero yo la sostuve más fuerte. Ella volteó a verme y me sonrió con ilusión. Le estaba dando a entender que no me importaba que nos vieran los demás, ni siquiera mi socia.

Caminamos a través del lugar hasta llegar a mi oficina, en la cual entramos ambas y cerramos la puerta. Todas las cosas estaban exactamente igual a como las dejé la última vez que estuve aquí.

¿Qué se siente?- preguntó apoyando sus manos en el escritorio. Levanté mis hombros en señal de no entender su pregunta y prosiguió.- Que no puedas ser reemplazada.

DÉJAME CUIDARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora