Capítulo III

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Tal como lo había predicho, esa noche sería la última en que pudiera eternizar la felicidad que tanto me costó conseguir.

Razón número dos: No existe.

Al llegar al restaurante donde íbamos a cenar mis padres y yo, ordenamos nuestras comidas y fue sólo cuestión de minutos para tenerlas en la mesa. Luego de un incómodo y largo silencio, mi padre por fin se atrevió a pronunciar palabra.

—Vera, hija. Hay algo que quisiéramos decirte—dijo mi padre notablemente nervioso. Lo que sucede es que tu mamá y yo...—le costaba decirlo. Su cara empezaba a sudar.

—Nos vamos a separar—respondió mi madre con determinación e interrumpiendo a mi padre.

Yo no dije nada, me quedé helada con la noticia. Ahora entendía el porqué de la ocasión "tan especial" porque sería el momento donde toda mi vida dependería de una sola decisión. Ahora comprendía porqué los dos procuraban estar la mayor parte del tiempo fuera de casa.

Como lo dije en un principio, a veces intento comprender las decisiones de mis padres. Pero no sé si esto tenga algún fundamento para ser aprobado.

—¡Vera! —gritó mi madre sacándome de mis pensamientos. ¿No piensas decir nada? —continuó diciendo en un hilo de voz.

Segundos de silencio se apoderaron de la mesa.

—La verdad no sé qué decir— dije finalmente.

Aunque me dolía todo esto, no era algo que me sorprendiera. Quizás lo había visto venir desde hacía mucho tiempo. Tampoco soy tan estúpida. El egoísmo de mis padres ya no me podría sorprender de ninguna manera. Pero aceptarlo era realmente complicado.

—Denme tiempo para pensar con quién decidiré irme — dije luego de plantear todas mis ideas en la cabeza.

Mis ojos empezaron a cristalizarse, pero no podía aceptarlo. Debía ser fuerte como me habían enseñado.

Terminé mi comida en silencio, sin musitar más. Debo admitir que la verdad me estaba empezando a disgustar la comida, pero no podía dejarla ahí. Pude sentir la mirada de mis padres un tanto confundidos por mi actitud.

Al terminar me paré de mi asiento: 

— ¿Nos podemos ir? —dije arqueando un poco la ceja.
— ¡Claro, cariño! — dijo mi madre. Pude sentir su incomodidad.

El camino de regreso se sintió como caminar sólo por el bosque. Con un silencio que hacía mucho estruendo pero con la serenidad de liberar sus hojas.

— Muy buenas noches — dije en tono firme luego de haber atravesado la puerta principal de la casa.

Mis padres apenas se miraban las caras. Me dirigí con seguridad hacia mi habitación, cerré la puerta con llave y mágicamente se me fue toda la determinación con la que había actuado la última hora.

Me desmoroné por completo. No paraba de llorar. Pero el dolor es más intenso cuando sabes que no puedes provocar ruido alguno mientras lo sientes. Llorar en silencio es una de las peores sensaciones, pero me había convertido en una profesional en el tema.

¿Ahora qué sigue? ¿Cuál o cómo será mi vida de ahora en adelante? ¿Con quién me quedaré? Estos y muchos otros interrogantes empezaban a dar vueltas en mi cabeza.

El ruido increíblemente aturdidor de mis pensamientos me hizo caer en un sueño profundo. Quizás así era la forma más sana de escapar del dolor que estaba empezando a sentir, pero que se convertiría en un grave detonante.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora