Capítulo XXIII

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¿Cuánto se supone que sería ese tiempo?: algunos meses, dos años. Una eternidad. No lo sé y creo que eso es lo que más me preocupa. Lo que más me hace perder la calma. No sé en qué momento se perdió eso que me hacía sentir bien. Sólo pienso en las catastróficas consecuencias de dejar ir un amor por cuidarlo y de paso por cuidarte. A veces la vida no es justa, y esta vez me lo estaba demostrando.

¿Seré capaz de dormir sin él, por tanto tiempo? ¿Quién será el que se encargue de tranquilizarme cuando caiga otro diluvio? Este adiós sin palabras no lo quiso ninguno de los dos, pero hay cosas que suceden por más que uno quiera que sea diferente. Se siente como si explícitamente te arrancaran el corazón del pecho.

Pero de alguna manera tengo que aprender a vivir por mi cuenta. Quizás en unos días Patrick no ocupará el mismo espacio físico que yo, y aunque suene lamentable, prefiero eso a sentirme culpable si le llegasen a hacer algo por mi culpa.

Aunque realmente no sé qué es lo quiero y mucho menos lo que necesito.

—Algún día me gustaría saber qué es lo que escribes en ese diario— dijo Patrick recargado en el marco de la puerta de la habitación.

Me asusté un poco. No sabía por cuánto tiempo estaría ahí parado. Se acercó a mí y me abrazo por la espalda. Ya esta esos gestos me dolían. Todavía no podía asimilar la idea de no volverlos a sentir por un tiempo.

—Hacerte esta pregunta es estúpido, pero ¿estás bien? — dijo mientras yo me levantaba del asiento y lo volteé a mirar.

—Claramente, no estoy bien. Pero tampoco quiero que te vayas con una imagen triste y perdida de mí.

—Tengo los mejores recuerdos a tu lado. Donde pude sentir la sonrisa más hermosa del mundo. No me iré con una imagen triste y perdida de ti como dices. Me iré con todo lo que es absolutamente perfecto en ti.

No pude evitar reaccionar a su comentario. Lo abracé pudiendo recostar mi cabeza en su pecho. Ese era mi refugio. Sentir su corazón latir con rapidez, como si aún estuviera enamorado de mí, era lo más hermoso y seguirá siendo hasta el día que tenga que marcharse.

—¿Qué quieres hacer? —preguntó.

—Si dependiera de mí: quedarme contigo el resto de mi vida, sin soltarte—lo miré a los ojos con una expresión triste.

—Ya amor. No vamos a hablar más de ese tema. Eso habíamos acordado.

—Perdón— bajé la mirada—. Es que no sé si me duele más porque sé que aun estás aquí. Pero tienes razón. Hay que disfrutar lo que sea que nos quede juntos.

—Si quieres podemos ir a la playa, a tu restaurante favorito o...

—Vámonos— lo interrumpí levantado mi mirada a sus ojos.

—¿Qué quieres decir con que nos vayamos? — preguntó Patrick extrañado por la sugerencia.

—Vámonos de viaje.

Patrick se sorprendió con mi propuesta. Era obvio que no lo esperaba.

—¿Estás segura? — preguntó haciendo un gesto de dudar de mi sinceridad, pero al mismo tiempo esbozando una sonrisa.

—Sí —le devolví el gesto.

—¡Mi amor, me parece genial!

De la emoción me elevó tomándome de la cintura. Yo no pude evitar reír y empezó a girar sobre su eje como cuando un padre eleva al aire a su pequeño bebé.

—Ya bájame—supliqué.

Patrick me bajó y luego me besó.

Cerré mis ojos y recibí el beso como si fuera el mejor que me hubiera dado. «Cuánto los voy a extrañar».

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora