Capítulo XXVII

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Sabía que iba a demorar pero no pensé que se lo fuera a tomar tan en serio. Odio cuando hace eso. El leve sonido de la puerta me distrajo.

Me levanté de la cama con un poco de dificultad gracias a las curaciones de Patrick y a pasos cortos y torpes, me dirigí a la cocina. Patrick me estaba dando la imagen perfecta: un enterizo de ciclismo color negro que marcaba sus prominentes glúteos, y para completar su delantal de chef. Me quedé a unos metros de él para apreciar todo lo que había frente a mí e inconscientemente empecé a sonreír.

Debo suponer que Patrick sintió mi presencia y mientras picaba algunos tomates, volteó suavemente la cabeza hacia mí y me esbozó una amplia sonrisa, como si "esto" que él amaba fuera su mayor regalo en la vida. Sin embargo, el Patrick protector salió sin previo aviso y su semblante cambió completamente:

—¿Qué haces ahí? Se supone que deberías estar descansando— dijo serio y en un tono de regaño.

Sacudí mi cabeza como acomodándome a su indicación:

—Es que te estabas demorando mucho y no quise esperarte más tiempo en la cama—mi voz tierna se hizo presente e intenté acercarme a él para abrazarlo.

En un estúpido intento, mis piernas flaquearon y me desplomé. Afortunadamente, Patrick logró agarrarme a tiempo luego de dejar los tomates y el cuchillo a un lado.

—Ni siquiera puedes caminar, Vera. Ven te llevo a la cama—agarró ambas piernas y me cargó a modo bombero.

Aunque su gesto fue tan cordial y caballeroso, empecé a dudar de sus intenciones. Su semblante y su tono de voz me daban la perfecta impresión de un secreto, algo que él no quiere decirme pero anhela contarlo. Si pudiera descifrar sus sentimientos tan bien como él hace con los míos, simplemente me apresuraría a besarlo y darle un fuerte abrazo. Pero esa máscara de masculinidad frágil sabía usarla muy bien.

Cuando me dejó nuevamente en la cama, mi insisto se apresuró a conversar con él. Pero a penas mis labios formaron una pequeña abertura, él se fue rápidamente de la habitación sin dejar que pudiera decirle tan siquiera que lo amo.

Decidí pasar por alto mis hipótesis. Sólo recosté mi cabeza en la almohada acomodando mis manos juntas entre ellas y sólo esperando que el tiempo se hiciera más corto olvidando la larga espera que estaba tomando para que eso sucediera. Cinco, veinte, treinta minutos quizás eran los que había contado mi subconsciente. Mis ojos empezaron a cerrarse como persianas, pero de ipso facto la presencia de Patrick me despertó de ese supuesto sueño.

—Perdón por la demora. Es que no cuento con la efectividad de estos utensilios comparados con los que hay en casa—comentó mientras se acercaba a la cama con bandeja en mano.

Me incorporé rápidamente en la cama y con emoción. Ya me estaba acostumbrando a que Patrick me trajera la comida a la cama.

—¿Cuál es el menú de hoy?

Colocó la bandeja sobre la cama y yo me quedé observando con detenimiento los platos.

—Pechuga de pollo adobada con especias, aceite de oliva, zumo de limón. Encima una tajada de queso mozzarella, bañado en una salsa pesto con almendras y queso. Todo esto acompañado de verduras salteadas.

Yo sólo emití un sonido que significaba gusto. Tomé los cubiertos rápidamente y procedí a realizar el primer corte a la pechuga para luego tomarla con el tenedor y llevarla directamente a la boca. ¿Palabras? No tenía para describirlo. Estaba simplemente delicioso. Mientras masticaba mis ojos se cerraron placenteramente para poder percibir mejor el sabor de tal bocado. Patrick por su parte sólo me miraba mientras masticaba.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora