Capítulo XXII

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¿Había espacio para la duda? No. Vera y Patrick pareciera que fueron creados para encontrarse entre las miles de millones de personas y coincidieron para quedar juntos toda la vida. O por lo menos así lo habían jurado. Dos cuerpos y una sola alma: que ama y apoya sin condición. Llena de caos y paz. De atención, respeto, admiración y consentimiento. Para Vera, la más pura definición de amor. Para Patrick, era lo mismo porque su alma está anclada a la de ella.

Luego de recitar las palabras más bonitas que alguna vez en su conjunta existencia había escuchado de Patrick, Vera estaba decidida a entregarle algo que a él le encantaba.

Se sentó encima de Patrick haciendo que sus intimidades se juntaran. Vera empezó con suaves movimientos circulares causándole cierta excitación a Patrick, quien la toma de la cintura para facilitar los movimientos.

Vera y Patrick tenían una percepción muy distinta del sexo: no se trataba del salvajismo de los movimientos, sino del salvajismo de la íntima conexión que lograban crear cuando sus cuerpos se juntaban. Sólo tacto, una experiencia completamente sensorial.

Intercambiaron posiciones y Patrick empezó a retirar la pijama de Vera lentamente, haciendo que el roce de sus dedos la estremecieran. Luego de haber retirado su blusa, empezó a besar su cuello con mucha suavidad, como si se tratase de tocar el frágil pétalo de una flor. Bajó con un poco más hasta encontrarse con sus senos: perfectamente redondos, perfectamente bellos a los ojos de Patrick. Nuevamente el tacto. Acarició suavemente uno de ellos mientras el otro lo lamía con delicadeza, dejando un rastro de placer.

Vera se encontraba entrando a la fase de placer. Su delicada piel se estremecía con cualquier roce, cualquier fricción, y nadie conocía su cuerpo tanto como lo hacía Patrick, quien se había convertido en profesional anatomista de este.

Al elevar el nivel de placer, Patrick bajó un poco más luego de haber terminado de dejar caminos de deseo en sus pechos. Esbozó una leve sonrisa que sonrojó a Vera. Sabía lo que iba a hacer. Con delicadeza, bajó los shorts de su pijama y le arrojó por algún lado de la habitación. Antes de hacer cualquier cosa, miró a Vera fijamente a los ojos, como intentado buscar respuestas en ellos. Vera respondió a su mirada. Se levantó de la cama y lo abrazó fuertemente. No quería soltarse de él, pero tampoco quería quedar con las ganas.

Abrazados, Patrick empezó a rozar la yema de sus dedos sobre la concavidad de la espalda de Vera. Bajó sus manos hacia sus bragas y sin pedirlo, Vera se levantó un poco para que pudiera retirarlas, y aun estando Patrick sentado, procedió a sentarse en él. Nuevamente el roce de sus cuerpos.

Vera estando completamente desnuda, ayudó a Patrick a quitar su camisa. Cuando lo hizo, la yema de sus dedos rozó con el cuero duro de Patrick estirado por sus grandes músculos. Eso fue señal para que él comenzara a besarla apasionadamente, pero con amor no con lujuria. La recostó de nuevo en la cama sin dejar de besarla. Bajó su mano hasta su intimidad y la acarició con delicadeza.

Vera se encontraba complemente consumida por el placer. Las contracciones de su abdomen daban la señal perfecta al placer. La señal perfecta para un orgasmo que fue logrado gracias a la experiencia de Patrick con su cuerpo. Los gemidos reducidos y ahogados de Vera hacen sonreír a Patrick, quien rápidamente se pone su camisa y se acomoda el lado de Vera.

—¿Será suficiente para quedarme a tu lado para siempre con decirte que te amo como a nadie amé jamás? — cuestionó Vera posando su mano derecha en el pecho.

—Escucha bien lo que te digo pues creo no habrá otra ocasión para decirte que no me arrepiento de haberte conocido— respondió Patrick dándole un beso en la frente.

—Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, ¿lo sabías?

—Claro que lo sé. Cada vez que estoy contigo yo también siento eso. Y recuerda que encajas conmigo. Te amo.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora