Capítulo VIII

265 23 0
                                    


Me desperté por la luz que entraba en la ventana a través de las blancas cortinas. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que me quedé dormido junto con Vera. La verdad no tenía miedo de estar con ella, tenía miedo era de su mamá, no sabía si había llegado anoche y si lo hizo, seguramente nos vio.

Volteé a ver a Vera y estaba profundamente dormida. Debí suponer que por su periodo el cansancio se sentía mucho más. Además, hoy es Sábado, no teníamos que madrugar para ir a clases. «Parece un ángel», me dije a mí mismo. Vera era una mujer completamente perfecta a mis ojos, y me sentía muy a gusto con su compañía. Como se lo prometí anoche, me aseguraría de cuidarla y protegerla en todo momento. Lástima que no pudiera ser justo ahora porque debía regresar a mi casa. Seguramente mis padres quedaron preocupados anoche.

Me levanté de la cama con mucho cuidado para no despertar a Vera. En mi intento, ella se movió un poco y me asusté, no quería que despertara. Afortunadamente fue una falsa alarma, siguió durmiendo. Busqué mis zapatos y dispuse a ponérmelos.

Antes de salir de la habitación, decidí buscar un pedazo de papel y escribirle una nota a Vera y le dejé a su costado. Me retiré silenciosamente y cerré la puerta con cuidado. Me detuve a observar todas las habitaciones a mi alrededor para ver si estaba la madre de Vera, pero no la vi en un ningún lado.

Aproveché esa situación, y me fui a la cocina. Quería prepararle a Vera algo de comer. Fue cuestión de sólo quince minutos y ya me encontraba saliendo de su casa y subiéndome al auto con rumbo a la mía.

El ruido de un auto me ahuyentó el sueño. La verdad había dormido muy bien luego de que Patrick se quedara conmigo. Justo cuando pensé en el me doy cuenta de que no estaba. Se me extraño. Miré a mi alrededor y vi una nota en la mesa de noche que decía:

Cariño, espero hayas amanecido bien y sobre todo mejor de tus cólicos. Me tuve que ir porque mis padres estarían preocupados. Perdón si no pude quedarme contigo. Pero en la cocina te dejé tu desayuno favorito: panqueques de arándanos con yogurt y miel. Espero lo disfrutes. Te quiero mucho.

Atentamente, Pat.

No pude evitar sonreír con ternura al leer la nota. Patrick era sencillamente maravilloso, me hacía tanto bien estar con él que inventaba cualquier excusa para disfrutar si compañía.

Me levanté con un poco de pereza y decidí que antes de desayunar me daría un baño. Luego de unos diez minutos, ya bañada y vestida, me dirigí a la habitación de mi madre para ver si estaba. No me sorprendía que no lo estuviera. La verdad es que últimamente se ha estado alejando de mí lo más que puede. Me hace falta su presencia en la casa, pero pues puedo entender que es por "cuestiones de trabajo".

El desayuno que me había dejado Pat estaba sumamente delicioso. Deseaba que me hubiera dejado más. Me dejó con ganas. Por eso decidí llamarlo para hacerle el reclamo, pero no contestó. Se me hizo raro. Él siempre contesta mis llamadas el primer timbre, pero decidí restarle importancia seguramente sus padres lo habían regañado por no haber llegado a casa temprano.

Como hoy era Sábado decidí descansar todo el día. Llamé a mi madre, pero no contestaba. Luego de unas cinco llamadas perdidas, finalmente se dignó a contestar:

—Hola hija—respondió—. Perdóname no haberte contestado las llamadas. He estado ocupada atendiendo pacientes— dijo sonando un poco agitada, como si estuviera corriendo— ¿Estás bien? — continuó.

—Sí, no te preocupes— respondí—. Sólo necesitaba saber cómo estabas eso es todo.

—Pues estoy bien, hija— replicó—. Un poco cansada, pero bien.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora