Capítulo XII

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Mi cuerpo estaba en estado vegetativo. Realmente no podía moverme, pero lo estaba intentando con todas mis fuerzas. No sabría qué horas eran, pero debo suponer que eran alrededor de las tres de la tarde.

Me hubiese gustado tener la oportunidad de haber despertado justo cuando Vera estaba aquí. Pero algo dentro de mí me detuvo, sólo tengo vagos recuerdos de todas las palabras que me dijo. «Quisiera poder recordar todo lo que dijiste, mi vida. De verdad necesito hablar contigo», dije para mí mismo.

Una hora más tarde, veo que mi padre atraviesa la puerta de la habitación junto con mi madre Marianne. Hace mucho que no la veo puesto que se encontraba fuera del país. Y si se encuentra aquí es porque debo suponer que mi padre ya le contó todo lo sucedido.

No pudo evitar su emoción y se acercó rápidamente a abrazarme. No pude corresponderle el abrazo porque mi cuerpo seguía inmóvil, pero sí pude sentir su calidez. No pudo eludir las lágrimas.

—¡Por Dios, hijo! — dijo sollozando—. Casi me da un infarto cuando tu padre me contó todo lo que pasó.

Se acercó a mi rostro y lo acarició con el dorso de sus dedos.

—La verdad estaba pensando mucho si contarle o no dado a que no quería preocupar a tu madre— interrumpió Richard—. Pero sabes cómo es tu madre cuando empieza a preguntar por ti.

Me limité a embozar una leve sonrisa.

—¿Cómo te sientes, hijo? — pregunta Marianne.

—Mejor, mejor— respondí con dificultad.

—Me alegra que estés recuperando fuerzas— comentó.

—Hijo, ¿Vera vino a visitarte? — cuestionó Richard al darse cuenta de lo que había en la mesa del costado de la camilla.

—Debo suponer que sí— respondí confundido—. La verdad es que tengo vagos recuerdos de ello. En ese momento no había despertado del todo. Pero tengo "destellos" de algunas palabras que me dijo. ¿Por qué? — pregunté mientras intentaba incorporarme en la camilla.

—Porque estoy viendo un enorme detalle a tu costado— respondió Richard contento—. Estoy seguro de que esto lo hizo Vera.

Se acercó a la mesa y levantó todas las cosas que había en ella.

—Con que Vera, ¿eh? — cuestionó mi madre un poco celosa.

Yo le comentaba todo lo que pasaba con Vera. Estaba muy al pendiente.

—No empieces Marianne — interrumpió mi padre antes de que yo pudiera responder.

—Jajaja— rio—. Lo decía molestando. Yo sé que Vera y mi hijo son muy buenos amigos y me encantaría verlos juntos de verdad.

No pude evitar esbozar una sonrisa.

Richard se posicionó frente a Patrick para que él pudiera ver todo lo que había en sus manos.

—No puedo creer que no lo haya visto— bufé.

—Bueno, al parecer tienes una amiga muy especial— comentó Richard—. Mira, te ha dejado un enorme ramo de girasoles...

—¿Girasoles? — cuestionó Marianne haciendo un gesto de confusión y sorpresa. Ella no había prestado atención al detalle por andar viendo mi rostro. No me quitaba la mirada de encima—. No sabía que te gustaban los girasoles.

Yo reí.

—La verdad no te dije nada porque pensé que se te haría muy raro que te dijera que me encantan los girasoles— sonreí.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora