Capítulo XXX

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Y así como si nunca hubiera existido, se fue. Se fue dejando una marca indeleble. Se fue dejando un corazón ansioso de más amor. Sabía que lo había hecho por mí. Pero a veces no logro comprender cómo el amor puede ser tan egoísta y noble simultáneamente. ¿Qué me queda por hacer si ya todo lo que tenía lo perdí en los últimos minutos?

No quisiera poner en duda mis sentimientos hacia Patrick, pero tengo miedo de que no regrese y que durante todo ese tiempo me haya privado de estar con alguien más. Ahora, no sabré si Patrick haría lo mismo. Sé que soy el amor de su vida. Pero el tiempo de vida de cada quien es muy corto y fugaz, no sabemos si durará todo ese tiempo.

No sé qué tiene la noche que te hace dudar de absolutamente todo. Todo se aviva, todo se ama, se añora y se olvida de repente. Desde que llegué a casa no he sabido nada de Patrick: no ha escrito, ni llamado. La verdad me tiene muy preocupada, o ¿será que ya se olvidó de mí?

Lo mágico de esta libreta es que sólo yo entiendo lo que hay plasmado en ella. Estoy segura de que si alguien más llegase a leer lo que está aquí, seguramente terminaría sola. Todo el mundo me odiaría y con mucha razón.

El punto es que mi vida se tornará una pesadilla desde ahora. Y no sé cómo lidiar con eso.

Dejé a un lado mi libreta y me dispuse a bajar a la cocina, ya que el ruido de la puerta me sacó por completo de mis pensamientos. Era mi madre. No tenía el valentía para mirarla a los ojos y decirle que me sentía devastada. Ella no sabía absolutamente nada sobre lo de Patrick, y preferiría callar todo hasta cuando sea indicado.

—¡Hija, regresaste! —dijo mi madre con mucho entusiasmo. Estaba feliz de verme.

—Sí, aquí estoy— di una media sonrisa para disimular mi tristeza y evitar las explicaciones.

—¿Cómo te fue? Pensé que estabas con Patrick.

Ese nombre retumbó por mi cabeza incesantemente. "Patrick" tenía todo y ya había llevado todo de mí.

—Eh, no. Tuvo que irse— disimulé.

—¡Ah qué bien! Debo suponer que sus padres estaban muy ansiosos de verlo también.

Asentí sin pronunciar palabra. Sólo desvié mi mirada hacia otro lado.

—Y bueno, ¿cómo la pasaste? Cuéntame.

No. No tenía las agallas para contarle todo. Contar las cosas nos obliga a recordar y lo que menos quiero ahora es eso. Recordar porqué de un momento de otro dejé de ser feliz. Recordar porqué en el amor el egoísmo también cuenta. No quiero recordar porqué es que me enamoré perdidamente de un ser llamado Patrick y al que ahora sólo puedo llamar "amor".

—La pasé muy bien. Pero la verdad estoy muy cansada, madre. Lo siento. El vuelo estuvo... —suspiré—: pesado. Entonces estoy agotada. ¿Te parece si mejor hablamos mañana? — me acerqué a darle un abrazo y se me separé rápidamente—. Te amo, descansa.

No di tiempo para que respondiera. No quería tener esa conversación, no ahora. Subí a mi habitación y me encerré. Me recosté en la cama y en cuanto lo hice salió algo de mí: todo la fuerza que había guardado hasta ese momento. Y ahora me sentía vacía. Posé mis manos en mi vientre, y no sentí nada.

No sabría decir con palabras exactas lo que es sentirse vacío. Pero sí sé que es la ausencia de algo, de alguien. Como si tu vida dependiera de hecho y tuvieras la enorme necesidad de tenerlo siempre. Pero llega la realidad con su frialdad y crudeza para decirte que no está y te castigas por creerte capaz de tan siquiera pensarlo de esa manera.

Me quité la ropa que traía puesta, sin ganas. Me sentí por un momento como si me estuviera muriendo por dentro. No sé lo que es morir, pero si es como esto prefiero despertar rápido de esta ilusión. Me recosté nuevamente en la cama esta vez abrigándome del frío que se empezaba a sentir. Y como si la noche me hubiera dicho toda la verdad en pocos segundos, lágrimas empezaron a salir de mis ojos, sin descanso. Como cascadas de una fuerte corriente.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora