Capítulo XXV

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Música de los ochentas, una leve lluvia que daban brillo al asfalto de la carretera y un hombre maravilloso a mi lado, daban el ambiente perfecto para este día. Las horas que restaban se sintieron como estrellas fugaces. Había perdido la noción del tiempo. Por ratos me quedaba dormida y Patrick me cubría con la manta para evitar que me diera frío.

La rápida transición de la espesa lluvia a un Sol brillante, del asfalto y los valles desnudos a un trecho rodeado de árboles y mariposas, me emocionaron mucho. Ya habíamos llegado y no veía la hora de bajarme del auto y empezar esta aventura.

—¡Ah! —exclamé con emoción esbozando una sonrisa y abriendo grande los ojos como cuando a una niña le regalan una muñeca.

Patrick rio ante mi reacción.

—Sí Vinka. Ya llegamos— dijo mientras reía.

—Hace mucho no me decías así— lo miré y sonreí tierna.

—Lo sé. Termino de estacionar el carro y bajamos.

—¡Yupi! —aplaudí.

Patrick terminó de estacionar el auto junto con otros que se encontraban frente del establecimiento. Bajó y abrió mi puerta para bajarme del auto tomada de su mano. Yo me quedé maravillada por toda la naturaleza que había alrededor mientras Patrick buscaba las maletas en el baúl.

—¿Lista? — preguntó Patrick acercándose por mi espalda.

—Más que lista.

Caminamos hasta la entrada del lugar para que nos dieran la información necesaria para la estadía. Las voces sólo retumbaban en mi cabeza haciendo eco. Yo sólo observaba a familias que iban saliendo en traje de baño de alguna laguna. Los niños y jóvenes jugando con sus balones. Un ambiente demasiado familiar. Me detuve por un momento dejando de observar a mi alrededor, y volteé mi mirada hacia Patrick quien todavía estaba hablando con el señor de la taquilla. Empecé a replantear muchas cosas: «¿Y qué tal si dejamos de darle tanta prisa a esa situación?», «¿Qué tal si pronto estaremos listos para formar una familia», «¿Querría Patrick hacerlo?»

Patrick volteó su mirada hacia mí, sabía que lo estaba mirando:

—¿Sucede algo? —preguntó sonriente.

—No. Simplemente quiero decirte que te amo— respondí con el mismo gesto y ladeé un poco mi cabeza.

—Señores, ¿me permiten su mano derecha para ponerles las pulseras? — la voz del joven interrumpió nuestras miradas.

Al terminar de ponerlas nos recitó las siguientes palabras muy amablemente:

—Bienvenidos a Glamping Hub. Espero disfruten su estadía.

—Gracias— respondimos los dos al mismo tiempo.

Tuvimos que caminar por unos cuantos minutos hasta llegar al lugar que nos correspondía. El bosque denso, acompañado del cantar de los pájaros y del acogedor silencio que intensificaba el correr del agua, audible a tan sólo unos metros. La falta de personas a unos metros de la redonda hacía del ambiente algo tan íntimo y privado que las mismas hojas bailaban al sonido de una dulce melodía de amor: el de nosotros. Tomados de la mano como dos adolescentes, al parecer no habíamos perdido ese toque. No habíamos perdido del aroma a rosas y jazmín de un amor sincero y verdadero. Aunque los palabras no se hicieron presentes durante el tiempo que recorrimos al sendero hacia nuestra cabaña, no hacían falta para decir que nos sentíamos sumamente agradecidos el uno del otro, que nos amamos y que ese tiempo en compañía era simplemente perfecto.

Luego de unos diez minutos de sendero, pude divisar a lo lejos una estructura grande de madera, roble o tal vez cerezo. Un área demarcada por luces de un blanco tenue que rodeaba el tronco de los árboles que se encontraban ahí. En el centro, un círculo de rocas lleno de leña para la fogata. ¿Había algo más perfecto? No lo creo.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora