Capítulo XXXVII

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—Chiquita, despierta— ordenó una voz plana y masculina.

Solo me removí un poco en la cama. Realmente no quería moverme de donde estaba: en mi hogar, en su pecho, entre sus brazos. Me encontraba fascinada por ese sueño, tan perfecto y real como se sentía: unos pequeños pasos que creaban un eco casi silencioso, una risita dulce como una maravillosa sinfonía. Solo nosotros tres. Perfecto. Todo sería perfecto.

Nuevamente la voz masculina abrumando mi tranquilidad, esta vez más insistente. No tuve otra opción más que ceder.

—Mi amor despierta— repitió.

Me quejé. Cuando pude abrí mis ojos lentamente y me topé con la imagen del hombre más perfecto que había conocido. El que me había devuelto la seguridad y la calma. Tan caballeroso y pasional al mismo tiempo. Un dúo perfecto en todo el sentido de la palabra. Aún con los ojos a medio abrir, le sonreí ampliamente como si despertar fuera un motivo para celebrar aún cuando sabes que cada vez que lo haces es menos el tiempo que tienes para repitirlo otra vez.

Segundos habrían pasado y puedo jurar que Patrick jamás dejó de mirarme con ternura, con esa sonrisa que me volvía loca cada vez que me miraba.

—Buenos días— sonriendo.

—Muy buenos días— imité el gesto—. ¿Es costumbre tuya observarme siempre tan detenidamente? — pregunté mientras buscaba su pecho para acomodarme en él.

—Puede que sí— me dio una sonrisa coqueta—: Pero sucede que nunca dejo de enamorarme de ti y verte tan hermosa todos los días de mi vida. Es claro que no es mi culpa que seas tan absolutamente perfecta.

—Aún está temprano y ya andas de romántico— reí tierna y escandalosamente.

—Pues no sé qué tan temprano porque ya es medio día, linda.

—¡¿Qué?! Es super tarde, Patrick.

Me levanté de golpe de la cama. Cuando retiré las cobijas de mi cuerpo, sin querer golpeé a Patrick en la cara y no pude hacer más que reírme. Me dirigí directamente al baño y me encerré. Puedo jurar que Patrick estaba sobándose la mandíbula por el golpe que le proporcioné. Yo no paraba de reír y mis risas se escuchaban en el resto en la habitación.

—Sí. Ríete nomás. Ríete— dijo Patrick en un tono sarcástico alzando un poco la voz para que pudiera escucharlo.

Abrí la ducha y perdí conocimiento de todos los sonidos a mi alrededor. Mientras aplicaba jabón sobre todo mi cuerpo, pasé mis manos por mi vientre y me detuve en él para acariciarlo con más suavidad, con más dulzura. Sonreí tontamente al recordar el sueño que había tenido y después de unos minutos me incorporé nuevamente a la realidad.

Al salir del baño no vi a Patrick en la cama por lo que supuse que estaría abajo. Me puse ropa cómoda y guardé algo de maquillaje en un neceser que acto seguido guardé en una maleta. Me dirigí escaleras abajo y un olor dulce se apoderó de mi olfato y mi hambre insaciable.  Y ahí estaba él, siempre tan caballeroso y atento.  Ya estaba extrañando ver a Patrick en la cocina con ese delantal y sus pantalones de pijama que abultaban su redondo trasero.

Mi acerqué a él por la espalda y empecé a acariarla un poco mientras lograba alcanzar su altura poniéndome en punta de pies y dejar un suave besito en su cuello.

—¿Sabes lo mucho que extrañaba que estuvieras en la cocina cocinando para mí?  — susurré en su oído.

Su cuerpo se estremeció un poco.

—No solo estoy cocinando para ti, amor— respondió.

Me alejé de él ante la confusión y me recosté de espaldas sobre el mesón  cruzando mis brazos sobre mi pecho.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora