Capítulo XLIV

102 12 20
                                    

No. Esto no puede estar pasando. No ahora. No justo en el momento que en creí haber encontrado mi paz interior. Él ha significado muchas cosas para mí, pero no puedo permitir que todo suceda tan de pronto es un periodo muy corto de tiempo. Cuando creí que pude haberlo sacado de mi vida, cuando pensé que enfocarme en propios proyectos ayudaría a librar la carga de sentirme insuficiente, llega esto como si fuera lo último que tuviera que pasarme. No sé si estoy buscando justificarme porque aún siento cosas por él. Engañar el corazón es lo mismo que mentir frente a lo que sientes. Pero sinceramente no me siento del todo lista para ello. Si él todavía no me pusiera los pelos de punta y si su mirada no me pusiera de rodillas, seguramente estaría con él.

No hay sentimientos muertos por este hombre. Insisto en que el que amó de verdad lo va a hacer toda la vida. No sé. Ahora me estoy sintiendo la persona más extraña en verlo, porque fue el amor de mi vida y lo ha sido desde entonces. Pero no sé cómo se supone que debo reaccionar ante los nervios que me genera. Porque sí: la Vera adolescente en mi interior cree que esto todavía es un juego de niños. Pero queda claro que ahora es la realidad dándome de frente y que esta vez no tendría escapatoria.

Dios. Esa mujer me ha vuelto loco desde entonces. ¿Cómo decirlo? Desde que James me sorprendió diciéndome que Vera haría parte de este proyecto, todo se me vino abajo pero los nervios y el miedo alcanzaron el cielo. Realmente, el que ahora tenía miedo era yo. El cobarde que la dejó ir. Pero mi miedo estaba anclado a una negación de mi parte. Me siento como si no lo mereciera aunque por años fue mía. Irónico. Pero así es como funcionan las cosas. Creo. This is driving me crazy.

Pasé una noche de perros, admito. Sobrepensar en la situación me dejó un poco descolocado. Pero aquí estamos, de alguna manera sobreviviendo a algo que aún no ha acontecido. Ocho de la mañana, hora de despertar. Una llamada de James, un vaso de agua y un "Dios mio en la boca". Que comience esta travesía de nuevo.

James nos había citado a su oficina muy puntuales a las once de la mañana. Había salido de mi casa alrededor de las diez porque muchas veces el tráfico se pone demasiado pesado a decir verdad y primero muerta antes que llegar tarde. No sabía si era el día o los desafortunados eventos que me habían traido hasta aquí, pero me sentía demasiado nerviosa y cansada, pocas horas de sueño hacen de las suyas.

Me la he pasado pensando en que si debería decirle algo y si es así, ¿qué puede ser? ¿Y si las cosas se salen de control? ¿Y si intenta confrontarme? Sobrepensar. Ya he me vuelto experta en eso no importa cuantas horas de sesiones invertiera en invertir el efecto. Ya no me inmuto. Simplemente dejo que suceda. Bien es cierto es que la mente nunca deja de pensar pero sabe cómo torturarte con cautela y mucho silencio.

Mis manos al voltante sudaban. Mi respiración se comenzaba a acelerar y empezaba a sentirme muy pequeña. No veía la hora de poder llegar y poder tomar mi medicamento con más calma. Maldigo el tráfico y la gente que cree que todo el mundo tiene el mismo tiempo que ellas. «Maldita ciudad».

Lo logré. Reviso la hora: 10:50a.m. Tengo tiempo. Voy al primer baño que encuentre y cierro la puerta con agilidad. Me recuesto sobre una de las láminas y me inclino un poco hacia adelante para intentar encontrar algo de aire. Esto es horrible. No recuerdo cuándo fue la última vez que me sentí así de mal. No puedo con esto. Empecé a realizar mis ejercicios de respiración: inhalar en cinco segundos y exhalar en tres. Ya cuando mi respiración se estaba estabilizando, busqué mis pastillas en el bolso y tomé mi botellón de agua. Una, dos y tres. Con cada sorbo un recuerdo de lo miserable que significa vivir así y con cada pastilla es tiempo que mi cuerpo deja de sentirse saludable.

Ocho minutos fueron los que tomaron para volver en mí. Además de sobrepensar soy experta en fingir. Salí de ese baño como si nada hubiera pasado, como si nunca hubiera sentido que el mundo se me venía encima cuando ahora debía confrontarlo. Me dirigí a la oficina 539, en un acto de cortesía y pura valentía, toqué la puerta. Alguien del otro lado me pide que pase. Tomé la manija de la puerta y di un suspiro que suplicaba porque él no estuviera ahí. «Tres, dos, uno». Y me atreví a abrirla.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora