Capítulo XIX

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Que era muy tierna y consentida, no suele decir cosas de ese estilo. Prefiere manifestar su amor mediante actos. Ella siempre dice que el valor y el fuerza de un verdadero amor está en el demostrarlo día a día.

Sin embargo, me sentí halagado por todas las palabras que dijo. Quizás era su forma más romántica de decirme y asegurarme que definitivamente estaba perdidamente enamorado de ella.

Abrochamos nuestros cinturones de seguridad y emprendimos el viaje regreso a casa de Vera. Recuerdo que me estoy quedando a "vivir" con ella en su casa gracias a que mi padre por su trabajo casi no está y mi madre se encuentra fuera del país. Y la verdad no me agrada la idea de quedarme solo en un lugar vacío cuando sé que puedo quedarme con la persona que me hace sentir calidez y sobre todo que hace que su compañía sea incomparable.

Como es costumbre mía me encanta sorprender a Vera. Esta vez mis reparos iban por otro lado y quería que ella lo entendiera, a mí manera.

Llegamos a casa y como siempre actué bajo mis ínfulas de caballerosidad tomando a Vera del brazo para que se bajara del auto. Ella simplemente me sonrió ante el gesto, le encantaba y con esa bella sonrisa me lo hacía notar. Entramos a la casa. Yo iba detrás cerrando la puerta a mi paso. Aunque no lo estaba demostrando, Vera estaba confundida, no entendía la razón del porqué la llevé a casa nuevamente cuando se suponía que hoy íbamos a pasar el día juntos.

El sonido de unas pisadas nos alertó. Habíamos olvidado que la señora Jade iba a quedarse en casa por unas horas a descansar antes de tomar su próximo turno. Bajando las escaleras se sorprendió por nuestra presencia.

—¿Tan pronto se acabó la velada? —preguntó confundida mientras se ataba el lazo de la bata que vestía sobre su pijama.

—Si te contara, madre. La verdad no hubo nada— respondió Vera bajando la miranda y dando una media sonrisa.

La señora Jade me dirigió una mirada fulminante como si me hubiera amenazado. Intenté no reírme porque las dos no sabían lo que iba a pasar, pero mantuve compostura.

—Patrick, dijiste que llevarías a mi hija a pasear, pero no pensé que fuese a durar tan poco— se cruzó de brazos—. Me hubieran dicho que sólo iban a traer pan lo hubiera buscado yo sola— ejemplificó con sarcasmo.

—Mi madre tiene razón—se paró al lado de ella y también se cruzó de brazos—. Me parece el colmo que hayas incumplido tu promesa, Patrick.

No pude evitarlo y solté algunas carcajadas. Las dos se miraron confundidas.

—¿Será que Las Farmiga me dejan hablar? —se quedaron en silencio esperando una respuesta—. Te traje aquí porque necesito que te cambies—miré directamente los ojos de Vera.

—¿Yo? — se señaló con el índice mirando a su madre.

—Sí. No recuerdo haberle hecho una promesa de salida a otra persona. Así que ve. Intenta no demorarte por favor. No tenemos mucho tiempo—respondí haciendo una súplica.

La señora Farmiga sólo apreciaba el momento. Cuando Vera se dirigió corriendo a su habitación, se acercó a mí lentamente mirándome con malicia.

—Más te vale, Wilson. A mi hija no la haces sufrir por nada en el mundo.

—Jamás me atrevería a tal barbaridad.

Fue cuestión de unos diez minutos cuando veo a Vera bajar las escaleras. Vestía un hermoso vestido corto, blanco y de vuelo suelto. La verdad estos días ha estado haciendo mucho calor. Aunque no lo supiera, se había puesto el atuendo perfecto para la ocasión.

Al verla no pude evitar abrir los ojos como platos al igual que la boca. Estaba radiante como siempre. Su corto cabello resaltaba la hermosa sonrisa que esbozó al verme, y ese pequeño sombrero color leonado, le daba a su apariencia más frescura. El corto de su vestido destacaba sus delgadas pero marcadas piernas, y seguía la línea de un perfecto calzado que hacía juego con su sombrero y dejaba a la vista sus hermosos pies.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora