Capítulo XL

126 14 37
                                    

Frío. Pero no un frío corporal, el calor de Patrick que yacía dormido sobre mi pecho abrigaba con ternura mi cuerpo. Verlo dormido como un niño era una debilidad pero me encanta verlo así. No era el frío que entra por tu cuerpo en una noche de luna llena en temporadas de invierno y, aunque mi corazón se estaba calentado poco a poco, no paraba de latir con fuerza, con impotencia y miedo. Frío de la ausencia de algo seguro. Eso era. No eran falta de cobijas, sino de fuerza y valentía para afrontar lo que sea que sucedería después y la verdad no es que estuviera muy convencida conmigo misma de poder lograrlo, porque aunque Patrick me haya jurado y rejurado que nunca se iría de mi lado, no podía confesarle que dudaba de sus palabras, pero no con intención de lastimarlo, sino porque no puedo controlar mis absurdos pensamientos. Aunque quiera estar tranquila, éramos tres en esa cama: Patrick, la ansiedad y yo. «Vaya trío».

Lo sentí removerse lentamente en la cama sin dejar de soltarme. Ya era hora de despertar. Incluso cuando creí que eso ayudaría a que se quitara de encima, lo único que obtuve fue verlo aferrarse más a mí. Verlo hacer esto me reafirmaba que su deseo y promesa de nunca dejarme podría ser tan cierta como posible. Era maravilloso y estos pequeños movimientos hacían revolotear miles de mariposas en mi interior. Miedo. Por más que sintiera que valdría la pena relajarme y ser feliz, siempre llega atacando con fuerza, a veces dejándome falta de aliento.

Y estoy absolutamente de pretender que puedo aguantar todo sin tan siquiera chistar o actuar como si nada estuviera pasando pasando a mi alrededor. Patrick dice que soy una mujer muy fuerte y valiente, pero no sé cómo logra ver en mi tantas cosas de que las que no tengo conocimiento del porqué o cómo las conseguí. Quizás soy fuerte pero no he aprendido al menos para estarlo en todo momento. Soy muy valiente pero a veces se me olvida cómo tengo que hacer para nunca dejar de serlo. Quizás la vida me obligó a ser fuerte pero no me dijo como mantenerme de pie.

No quiero más esto. No quiero estar lejos de la vida que me prometí a mí misma tener. No quiero alerjarme de él y de mí, de esa niña que sueña con ser feliz y estar feliz la mayor parte del tiempo. Que sueña con verse tan superada de todos los objetivos que se le vendrán después. No quiero alejarme de este amor tan puro que he cosechado. Amor más puro, mi primer verdadero amor. Esto se está convirtiendo en una batalla entre la guerra y el amor: luchar incontables veces con mis demonios internos en contra de mi voluntad de rebelarme ante ellos y, por otro lado, ganarse el priveligio de tener un hombre tan hermoso como Patrick, de tener un compañero, un amigo, un consuelo para épocas de tormento y eternidades de felicidad.

Segunda vez que se remueve en la cama. Sus quejidos me sacaron de mis profundos pensamientos, dándome a entender que ahora sí se iba a despertar. Estiró uno de sus brazos con ganas mientras levantada su cabeza de mis pechos y en un rostro se formaba una sonrisa que denotaba pura tranquilidad y quería contagiarme de ella.

—Buenos días, mi amor— dijo finalmente, volteando su rostro hacia mí y apoyándose en su codo derecho.

—Buenos días— me limité a decir mientras lo miraba con detenimiento. Una sonrisa automática se formó en mi rostro.

—¿Qué? — inquirió entre risas.

No dije nada. Sólo lo seguí observando.

—Ya sé que soy mucho más hermoso y sexy cuando me levanto, pero no tienes porqué asegurármelo con la mira, hermosa— se llevó la mano al pecho para demostrar caballería.

—¡Ay, no te creas tanto! — rodé los ojos jocosamente.

—Sí, sí. Como digas, mi amor.

Pude ver cómo se retiraba las cobijas de encima para levantarse de la cama. Antes de que uno de sus pies pudiera tocar el suelo, lo detuve inclinándome un poco para tomar su mano.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora