Capítulo XXXI

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Tenía la mente aturdida, me pasaba cargar con la culpa de haber abandonado a Vera, por haber tomado esta absurda decisión. Por haberme obligado a mí mismo a dejar de ser feliz de verdad. Aunque todos esos pensamientos me quebraban la cabeza, el golpe que recuerdo haber recibido era mucho más fuerte. Con dificultad medio abrí los ojos y no hubo respuesta inmediata. No sabía dónde estaba, a penas podía apreciar una luz muy tenue al final de lo que parecía ser un pasillo.

Intenté reaccionar. Me encontraba sentado en una pequeña silla con las manos atadas con un broche de hierro que llevaba unas gruesas cadenas agarradas de las paredes a mi costado. Forcejeé levantándome de la silla. Entre más intentara mover mis manos para intentar soltarlas, más las lastimaba. Grité con desesperación y un eco retumbó por toda la habitación. Empecé a llorar frenéticamente, no sabía dónde estaba y mucho menos qué habían hecho conmigo.

Me dejé deslizar de espaldas por una de las cuatro paredes hasta quedar sentado en el piso con las rodillas elevadas, arrepintiéndome de haberla dejado ir.

El día ya no me daba el mismo vigor de siempre. No era la misma mañana cálida aunque a veces fría. No se sentía el mismo aire, el cantar de los pájaros en pleno amanecer. No se sentía la misma dulzura, el mismo placer. Era como si de un momento a otro todo se hubiera vuelto más gris. Y sí, las nubes ya no resplandecían con el rayo de luz porque no había tal luz. Una corriente helada entraba por la habitación y empañaba las ventanas, mi corazón.

Mi cuerpo se encontraba inmóvil, sin vida. Tenía un deseo de quedarme todo el día o todos los días postrada en la cama. ¿Existían razones para seguir adelante? Tal vez sí: terminar la universidad, empezar mi carrera profesional... Quedarme esperando a que llegue al día cuando él regrese. Pero había algo que era más grande que mi propio deseo. Era la inquietud, la desesperación, la ganas de querer inventar una máquina del tiempo y evitar que todo esto sucediera.

Recuerdo con mucha nostalgia las palabras de Patrick, pero eso no me ayuda a sentirme mejor. Quizás lo que necesitaba era fuerza, voluntad, ánimos. Pero la persona que se encargaba de darme todo eso, ya no estaba aquí conmigo. Quiero hacerlo feliz, pero no sé cómo motivar mi felicidad. Quiero que me vea triunfar, pero no sé cómo impulsar mi cuerpo y mi mente para hacerlo y no pensar en él por unos momentos. A veces siento que así como hay razones para enamorarse, hay razones que el amor te da para hacerte sufrir, por estar enamorado.

Siete y media de la mañana. Bastante temprano para ser verdad. El día hasta ahora estaba empezando y ya se sentía como si hubiera tenido que cargar con el peso de todos estos años. Me sentía cansada y profundamente vacía. Viviendo sin saber cómo o porqué.

Entre los muchos recuerdos que se cruzaron por mi cabeza, de pronto las muchas cartas que Patrick me había entregado tocaron de forma intangible mi corazón. Me levanté de la cama con el poco ánimo que tenía y empecé a buscar el cofre especial donde guardaba todas sus cosas. Me senté en el piso y abrí el cofre. Mi corazón latía a mil por ahora. Tomé el paquete de sobres que venía amarrado con una cuerda delgada, desaté el nudo y tomé el primer sobre de color azul. Lo abrí con mucho cuidado, desdoblé el folio y comencé a leer:

Amor,

Te entregaría una carta cada vez que piense en ti, lo que significa una carta todos los días. Pero lamentablemente mi prosa no es tan diversa para aceptar el reto de decirte con palabras lo mucho que te amo y cuan importante eres para mí. El que logre hacerlo es un maestro de la palabra, de la poesía, o simplemente tiene muy claro cómo expresar el amor que siente por su amaba, lo cual creo imposible porque no creo que exista forma de describir en expreso y a detalle lo que es el amor, como ese que siento por ti.

Atentamente, Pat.

Patrick sabía perfectamente cómo enamorarme día a día. Él tomó quizás la decisión más nociva para ambos, para protegerme. Pero no lo culpo. Mi culpo a mí por haberlo dejado ir. Duele. Duele saber que está tan lejos sin saber dónde exactamente, cuando al mismo tiempo está tan cerca de mi corazón, de mí, de lo que me hace ser ahora y lo que dejé de ser cuando se fue.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora