Capítulo XX

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 Al llegar a casa, Patrick estacionó el auto en el garage de la casa de Vera y con mucho cuidado de no hacer mucho ruido, se bajó del auto y dio vuelta para quedar en el asiento del copiloto, donde Vera aún se encontraba dormida. Abrió la puerta, tomó a Vera en brazos para cargarla y la juntos fueron hasta la habitación. Como la señora Jade no iba a estar en casa por su turno, Patrick decidió aprovechar la situación y se durmió con Vera. Así pegaditos, no dando espacio para nada más. Sólo amor.

Desperté con una caricia de Patrick, pero aún así me sobresalté.

—¡Hey! Tranquila—agregó en tono sereno—: Tranquila, todo está bien. Son las siete de la mañana. ¿Quieres que te prepare algo de desayunar, mi amor?

—Primero que todo, buenos días—dije en medio de un bostezo y Patrick respondió el saludo—. Y no, amor. Aun no tengo hambre. Quiero dormir un poco más.

—Ok, está bien. Te dejo dormir entonces.

Estaba a punto de levantarse de la cama hasta que lo detuve tomándolo del brazo.

—Pero contigo.

Patrick rio un poco ante mi petición, pero accedió a ella sin objetar.

—Me encanta dormir contigo—me abracé a su pecho, aprisionándolo con fuerza.

—Y a mí me encanta despertar, dormir y estar contigo— me dio un tierno beso en la cabeza y solté una pequeña risa.

Entre la calidez que emanaba el silencio de nuestros cuerpos y relajadas respiraciones, nos quedamos dormidos nuevamente. La verdad no quería que el sueño se acabara en la mejor parte. Quería que fuera eterno.

Debieron pasar por lo menos dos horas. Ya mi cuerpo pedía por comida y Patrick aun no se despertaba. Me causaba mucha gracia que siempre que él despertaba primero y le decía que volviera a dormir un rato más, es el último que se despierta. No quería mover un solo dedo. Después de esa noche tan romántica quería que Patrick me atendiera hoy todo el día.

—Amor...—susurré en su oído esperando que el eco de mis palabras lo hicieran despertar.

Lo único que conseguí fue que se removiera en la cama, fallando en el intento. Como última instancia me tocó recurrir al recurso que menos le gustaba.

Me acomodé con cuidado encima de él reprimiendo mi risa, y empecé a hacerle cosquillas en su abdomen. Hubo una reacción inmediata de su parte y se notaba molesto porque no le gustaba que le hiciera cosquillas, pero yo insistí esta vez haciendo cosquillas por su antebrazo. Aunque le molestaba no podía contener la risa. Sin pensarlo dos veces, intercambiamos posiciones y él empezó a hacerme cosquillas por todos los lados.

—Amor, detente por favor—a penas pude decir por la risa tan incontrolable que me estaba causando.

—¿Ves que no es bonito que te despierten haciéndote cosquillas? — se rio un poco pero no se detuvo.

—Espera, espera—dije entre risas mientras logré que se detuviera—: En primer lugar, yo ya estaba despierta y segundo no era necesario que también me hicieras cosquillas.

—Lo hice porque tú me despertaste y empezaste a hacerlo. Entonces fue mi venganza— se bajó de mí y me acomodó a mi lado—. Ahora sí, buenos días.

—Buenos días— le di un tierno beso y me acomodé en su pecho estando él sentado en la cama.

—¿Por qué me levantaste? — preguntó acariciando con suavidad mi brazo que lo abrazaba por delante—. ¿Tuviste una pesadilla?, ¿Te duele algo?, ¿Ya estás en tus días? — interrogó un poco preocupado.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora