Capítulo XXXV

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No recordaba que las horas que pudiera demorar un vuelo me pusieran tan ansioso. La constante voz de la azafata recordando mantener los cinturones abrochados estaba logrando sembrar mucho más miedo. 5:45p.m. El tiempo parecía detenerse y los pálpitos de mi corazón se aceleraban con mucha más fuerza.

Necesitaba verla, saber cómo estaba. No suelo arrepentirme de las decisiones que tomo, pero sigo pensando que tomé la decisión más cobarde al alejarme de ella solo por protegerla. El error de hacer cosas bajo una fuerte corriente de amor sincero es cuando la magia de un acto sublime se acaba. Pensarías que es el acto más heroico que jamás hasta hecho, pero luego te das cuenta que en realidad sacrificaste una inmensa felicidad dejandote llevar por lo romántico, lo desconocido, lo fascinante.

No suelo dudar de los sentimientos de Vera pero algo en mi corazón me hace dudarde la certeza de que ella de verdad me seguía amando como alguna vez prometió hacerlo siempre, como prometí hacerlo. No sabía si ya todos estaban enterados de todo lo había pasado y de lo que está pasando. Pero sea cual sea el caso, Vera tenía que ser la primera en enteraste de todo. Solo no sabía cómo decirle que llegué a perderme profundamente en la locura y la desesperación solo por querer protegerla. Era inútil, lo sé. Pero ese debía ser mi último acto de rebeldía.

El choque de los grandes latones contra el asfalto despertaron mi mente puesta en la incertidumbre. Podía jurar que mi cabeza y mi corazón iban más rápido que todos los pasajeros intentando salir del avión. Absurdo. Ahora debía luchar con mi poca paciencia y combatir el poco tiempo que me quedaba. Salí rápidamente hacia una de las salidas del aeropuerto esperando el carro que mi padre había pedido: una camioneta blindada color negro con vidrios polarizados. ¿Máxima seguridad? Sí, tal vez eso era lo que necesitaba.

«¿Dónde estás?», «¿Estarás bien?», «¿Aún me amas?».

Tenía miedo, no lo puedo negar. No puedo negar lo que siento, lo que pasa por mi cabeza y se siente tan sincero. Habían sido semanas las que pasaron desde la última vez que vi a Patrick. Tenía muchas cosas que decirle, pero no sabía si era lo correcto. Tal vez nos haríamos daño, pero era evidente que nos estaba lastimando más la incertidumbre de saber qué era lo que se supone que seguiría después de esta fatídica etapa de nuestras vidas. Lo amo, sí. Solo no sé si estoy lista para afrontar más eventos cerca de sus brazos si abrazarme con ellos me lastima.

Sentada en el sofá mis piernas tiemblan, mis manos sudan y mi cabeza está en un revuelo de pensamientos horribles. No sabía qué pensar, qué decir o qué sentir. Solo estaba esperando que el incesante ruido del timbre me diera la señal de que mi verdugo se encontraba parado detrás de  dicha lamina de madera. Media, una hora, varios minutos que se estaban eternizando. Richard ya me había llamado avisándome que Patrick ya había tomado el auto que él le había mandado. No quería verme controladora pero ya habían pasado muchos minutos, normalmente solo demora veinte minutos del aeropuerto hasta la casa.

La ansiedad me estaba consumiendo, estaba logrando desgranar mi corazón y descomponer mi piel como necrosis, pero todo era resultado de una fuerte punzada, de un mal presentimiento. Había llegado a pensar que Patrick en realidad no quería hablar conmigo, seguramente se dirigía a su casa a darle explicaciones a sus padres, pero luego recordé que ellos se encontraban fuera del país. «¿Por qué se demora tanto entonces?», balbuceé. Me di por vencida, no pensaba sufrir más por guardarme todo lo que siento y pienso ahora, era absurdo. Cuando mi cuerpo tuvo la energía para levantar mi espina del sofá, sonó el timbre como si internamente hubiera maldecido por dentro por no haber sonado antes.

Tomé aire profundamente como si se me hubiera olvidado respirar, como si estuviera aprendiendo a hacerlo. Di vuelta enfrentando la puerta considerando no abrirla a pesar de todo el tiempo que esperé porque sonora. Uno...Dos...Tres, dando un último suspiro. Abrí la puerta de golpe con la mirada fija en el suelo. No me atrevía a encontrarme con esos ojos, no por ahora, no después desaber q ahora me duelen tanto. Su voz tan pacífica, tan callada y ansiosa suplicando que su triste mirada se encontrara con la mía, no esperando que fuera diferente.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora