Capítulo XLVII

144 14 40
                                    

No sé cómo decírselo. Sé que me ama como yo la amo a ella de una manera que a veces no logro explicar. Su amor es vida para mí. Es el amor de mi vida, siempre lo he dicho. Y aunque estemos juntos ahora, me niego a creer que todo ha sido tan fácil como ha venido transcurriendo. A veces siento, muy en el fondo de mi corazón, que no está preparada para esto. Que su corazón aún no ha logrado olvidar por completo el pasado. Que sigue enamorada de su verdugo aún cuando yo estoy aquí haciendo hasta lo imposible por hacerle ver que ahora soy su presente y que quiero estar en él en la manera en que mi corazón lo dicta. Pero me resulta una lástima pensar que su corazón sigue perteneciendo a alguien más y que yo no tengo ninguna posibilidad de entrar ahí. Ella sigue amando a la persona que la lastimó, que la hizo sufrir. Ella sigue amando a la persona que rompió sus promesas y se fue como el viento. Ella sigue amando al hombre que era antes. O por lo menos así es como lo creo.

Estábamos terminando de grabar algunas escenas fuertes de la película. Honestamente, tanto trabajo estaba poniendo a prueba mi capacidad de resistencia. El agotamiento físico era cada vez más notario. Podría pensar que era por la edad, ya no soy un hombre joven. Con Vera habíamos acordado que por ahora era mejor que cada quien viviera en su casa. Según ella era para evitar conflictos estúpidos por conviviencia, aunque sentía que era más porque aún no se sentía cómoda con mi presencia, luego de muchos años sonaba racional. Sin embargo, algo que aprendí en mis últimos años estando solo, es que uno nunca puede pretender que la vida se solucione y fluya en pro de nuestros propios deseos. Si de ellos viviéramos, el mundo sería menos incomprensible. Por tal razón decidí callar mis pensamientos y darme al deber de hacerla sentir cómoda en todo momento con cada decisión que tomara.

—¿Puedo llevarte a casa? — me ofrecí.

— No es necesario, amor. Puedo ir a casa sola — me esbozó una falsa sonrisa.

No puedo atreverme a afirmarlo. Del tiempo que llevamos separados muchas cosas cambiaron no sólo en nuestra relación sino también en nosotros mismos. No somos las mismas personas de antes lo que nos convierte en perfectos desconocidos. Sin embargo, atrevíéndome a hacer una absurda afirmación, Vera me estaba ocultando algo desde hacía mucho tiempo. Claro, antes no tenía el derecho de saberlo, pero creo que ahora me concierne más que cualquier otra cosa. Repito: prefiero no decir nada.

— Amor, por favor. Ayúdame un poquito, ¿sí? Yo sé que no ha sido fácil pero tampoco tienes que ponérmela más difícil — hice carita de perro regañado —. Por favor déjame llevarte.

Cualquier pequeña oportunidad que tuviera de tenerla conmigo era tan valioso como cualquier diamante que pude haberle dado antes. Esa compañía que por muchos años extrañé no iba a permitir que se perdiera sin yo haber hecho algún esfuerzo, no volvería a comerte el mismo error.

— Está bien — volteó los ojos jocosamente.

— ¿Estamos bien?

— Claro que sí, mi amor. ¿Por qué lo preguntas? — tomando mi rostro entre sus manos.

— Porque... — lo pensé dos veces —. Nada, amor.

— Patrick — como regañándome.

— Bueno. Simplemente te extraño mucho — nuevamente esa carita de niño consentido que necesitaba de un poco de amor.

— Pero nos vemos todos los días, mi amor — pronunció con una voz mucho más tierna, como siguiéndome el juego —. ¿Qué te pasa? Has estado un poquito raro estos días.

— ¿Tú crees?

— Shi — asintiendo con la cabeza. Sus manos nunca abandonaron mi rostro —. ¿Necesitas amor?

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora