Capítulo XXXIX

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Silencios incómodos que invaden el ambiente, llenos de dudas y de miedo. Del qué será, de lo que es y dejará de ser. Así tan misteriosos y agobiantes que destruyen la paz interior dando paso a un incontrolable deseo de saciar la ansiedad y la impaciencia. Eso fue lo único que quedó entre nosotros luego de su valiente iniciativa, pero no puedo negar que me tiene intranquilo.

—¿Qué es lo que sucede? — pregunté como por tercera vez.

Vera aún evadía mi mirada sin atreverse ni siquiera a mantenerla por solo unos segundos. Ambos estábamos sentados en el cama con las espaldas arquedas y las manos sudorosas. Habíamos olvidado por completo que en algún punto nos habíamos sentido tranquilos a punto de descansar.

—Vera, es la última vez que te pregunto qué está pasando— esta vez mi voz denotó un poco más de autoridad lo que la obligó a mirarme con leve sorpresa. Nunca le había hablado así—. Perdón.

Estaba empezando a sentir que Vera realmente no quería hablar al respecto, pero también pensé en que sino hubiera querido hacerlo no tendría la valentía de haber tomado la iniciativa. Sabe perfectamente que jamás la presionaría a decir o a hacer cosas que la hiceran incomodar o que incluso lo confrontaran con algo a lo que no quería llegar.

—Son muchas cosas, Patrick— dijo al fin. Su voz tan gélida y débil como hace mucho no la escuchaba.

Fueron solo algunas palabras que ni siquiera tenían un profundo contenido, pero bastaron para partirme el corazón en miles de pedacitos. Detesto verla tan vulnerable, con miedo, con desdicha e incertidumbre como si su vida se estuviera acabando justo en ese preciso instante. Pero tenía que ser fuerte para ella. Es la única forma de no hacerla sufrir más.

—¿Por dónde quieres empezar?

Fijó sus ojos con los míos y solo pude ver el miedo pero también su valentía para afrontarlo. Ahora lo que me restaba era escuchar.

—Bueno...—dió un suspiro profundo—. Durante la obra, ya cuando íbamos a comenzar el último acto, el director se acercó a mí a decirme que si volvía a frenar el ritmo de la obra con mis ausencias inesperadas, todo iba a ser culpa mía— bajó la cabeza—. Porque yo era la protagonista principal debía de esforzarme el doble, de lo contrario todo el fracaso de la obra sería atribuido a mí únicamente. Esto era lo que más me temía: estropearlo todo simplemente por no saber qué es lo que está pasando conmigo— sus sollozos se hicieron más fuertes y profundos.

No. No entendía absolutamente. No tenía la menor idea de qué era lo que estaba pasando, por su cabeza, por su corazón. Me estaba costando entender qué era lo que me quería decir, pero una cosa sí tenía clara y era que tarde o temprano ese bastardo me tendría que pagar el hecho de haberme lastimado a Vera de esa manera. A mí mujer, la mujer de mi vida.

Antes de que pudiera comentar desde mi corto entendimiento, Vera continuó:

—Y tiene toda la razón— dijo en un hilo de voz.

Solo eso bastó para llenarme de más coraje, apretando mis puños y tensionando mi mandíbula para evitar perder el control de mis estribos. Solo me relajé y sin pensarlo dos veces me acerqué a abrazarla con mucha fuerza, tanta que incluso me dio miedo de poder llegar a lastimarla.

—Él no tiene ninguna razón para decir eso, chiquita. No lo tiene. No tampoco el derecho de acercarte a ti de esa manera y tener el coraje de hablarte de una forma tan fría y despiadada— mecía su cuerpo para intentar calmarla—. Tú sabes que eres una mujer muy profesional en todo lo que haces y reconoces el valor que tienes, no solo como mi pareja, como mi mujer sino también como la mujer que eres cuando quieres comerte el mundo y arrasar con él. Esa fiera que pisa fuerte a cada lugar al que llega y que deja boquiabiertos a todos los que te ven pasar, sea hombre sea mujer, no importa. Eres la mujer que admiro de la cual me siento orgulloso en todos los sentidos de la palabra.

Razones para enamorarse [Historia Parmiga] ❤️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora