Capítulo 9

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Apenas me posicioné junto a Cless, cuando salió Lucas con un bate lleno de clavos en la mano y se colocó a mi lado.

¿De dónde rayos había sacado ese bate?

Lo miré con cara de: «¿Qué diablos haces aquí?» A lo que él solo me respondió:

—Les daremos suficiente tiempo. —Y se encogió de hombros.

Él era bastante alto, más que la media podría decir, pero su presencia no era imponente, al contrario, se veía como alguien a quien se debía proteger. Con su postura encorvada, como si tratara de esconderse del mundo, lo delgado que estaba y las vendas que cubrían su cuerpo. No me dio tiempo a reprenderlo porque de atrás de las seis personas salieron los dos con un paso lento, tan dramático que, si ponías los primeros segundos de la canción Lurk de Neighbourhood, fácilmente sería la clásica entrada de película.

Mega dramático.

Cuando esas dos personas estuvieron en la parte delantera de los demás, vi como los músculos de Azel, que estaba más allá de Cless, dejaban de estar tensos y bajó el arma.

—¡Así que son ustedes! —exclamó él, se guardó el arma en la parte trasera del pantalón y se dirigió a ellos. Antes de que este los abrazara, ellos se quitaron la balaclava y ahí entendí qué sucedía.

Eran los padres de Azel. Siempre supe que trabajaban para el gobierno y que por eso muy raras veces estaban en casa; ahora también entendía de dónde había sacado el arma y quiero imaginar que lo que guardó en la cómoda el día de la llegada fue eso. Él los abrazó y aun dándole un abrazo de lado a su madre nos dijo:

—Está bien chicos, son de los nuestros.

Los demás hombres también se quitaron las balaclava y dejaron ver una gran diversidad de rostros: un asiático, una chica con la tez oscura, dos chicos de pelo platinado que definitivamente debían ser gemelos, el más alto me pareció ruso y el último debía ser latino, probablemente dominicano por las jergas que usaba al hablar.

—Bienvenidos —dijo Cless—, pero debieron ahorrarse esta entrada tan dramática —agregó bajando el arma, yo por mi parte mantuve el agarre firme en mi daga.

Su mango era de una madera pulida, suave y el pomo una flor apenas abierta. La hoja... era de lo más extraña. De una piedra casi transparente que atrapaba la luz y hacía brillar su interior. Era la única cosa aparte de las mantas y una partida de nacimiento que habían dejado junto a nosotras cuando nos dejaron en el orfanato. Las monjas no me habían entregado la daga, claro que no, había descubierto que era nuestra al escuchar una conversación por accidente. Esa misma noche me escabullí y la tomé, desde entonces siempre estaba conmigo.

Desvié mi mirada por todos los que estaban en la estancia y me di cuenta de la mirada de Mary, la ex de Cless, quien me miraba como si me quisiera vaciar el arma que tenía en las manos, cosa que no dudaba. El chico que se parecía a ella le decía algo, pero ella lo ignoraba. Mi mirada se posó en la chica de piel y cabello oscuro que llegó con los padres de Azel, se estaba sujetando los cordones mientras su mirada seguía volviendo a Mary como si se diera cuenta de los pensamientos homicidas que de seguro debía de tener.

—¿Quiénes son estos? —me preguntó Lucas, por lo bajo.

—Agentes del gobierno —le respondí sin mirarlo, mientras seguía archivando en mi cerebro cada detalle de los recién llegados—. Volverán este lugar una base o algo así.

—Y eso te molesta —afirmó, cosa que era totalmente cierta.

—Es necesario —respondí.

—Quiero hablar con Sirverman y Flora —dijo el papá de Azel con un tono demandante, aunque no muy alto.

Intersección [De mundos] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora