Capítulo 41

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En el momento que le dije a Cless que sí saldría de la guarida, giró sobre sus talones para ir a preparar todo. No esperó al día siguiente, no, salimos esa misma noche, según él: «porque no llegaríamos a tiempo a donde quería llevarme». Así que íbamos en una camioneta por una carretera que yo nunca había transitado.

—¿A dónde vamos? —pregunté ya que llevábamos cerca de media hora en carretera y aún no sentía indicios de que estábamos llegando al misterioso destino.

—Aún falta un buen tramo. Si quieres puedes intentar dormir —dijo sin despegar la mirada del camino. Llevaba su camiseta favorita: una desgastada camiseta negra de una banda de rock japonés que usaba tanto que el logo estaba borroso.

—¡Oh, sí, claro y olvidemos que hay una invasión! —dije con un leve tono irónico en mis palabras.

—Tranquila, el camino es seguro, por ahora. —Tomó su celular y me lo arrojó. En él pude ver un mapa satelital donde mostraba los ataques. Curiosamente, el camino estaba despejado.

Nuestro querido Zwodder haciendo de su magia.

—Si quieres pon algo de música —me dijo después de unos minutos mirándome de reojo.

—No, no me gusta tu música —dije pasándole el celular mientras arrugaba la nariz.

—Mi música es genial, la que tiene gusto de anciana, eres tú —dijo mientras, peligrosamente, buscaba algo en el celular.

—¡Oye! Vista al frente —le regañé. Aunque el camino estaba despejado, él tenía una manera de conducir que a veces me asustaba.

—Aquí está —dijo y en el estéreo de la camioneta comenzó a sonar una canción que había estado dando vueltas en mi cabeza desde hacía días.

—¡Oh! Esa canción —chillé emocionada y me acomodé en el asiento para comenzar a cantar.

Cless me echaba miradas divertidas mientras yo había vuelto mi mano un micrófono y cantaba como si mi vida dependiera de ello. Me sorprendí cuando él me acompañó en el coro y le di una mirada indagadora, como respuesta solo se encogió de hombros y yo reí mientras seguía cantando.

—¿Cómo es que tienes a can't take my eyes off you? —pregunté incrédula cuando terminó.

—Te gusta. —Y volvió a encogerse de hombros. Miré el estéreo, sorprendida cuando escuché otra de mis canciones, volví mi mirada a Cless confundida.

—Solo disfruta.

Eso hice. Canté todas las que pude y lloré con las que fue necesario. Sí, toda dramática yo, pero me encantaba cantar y solo me permitía hacerlo libremente frente a él.

Cless me acompañó en varias y me sentí feliz después de mucho tiempo; me sentí como la niña de diez años que jugaba en el bosque con Cless, sin más preocupaciones que el miedo a que nos regañaran por andar como monos entre los árboles. El frío que se había asentado en mi interior durante esas semanas se esfumaba mientras más me alejaba con Cless y una tibieza dulce ocupaba su lugar.

La música siguió sonando, pero Cless bajó el volumen y luego se detuvo en una bifurcación que llevaba a un camino de tierra.

—Bien, este es el plan: quiero que te pongas esto. —Me extendió un pañuelo. Todos los músculos de mi cuerpo se agarrotaron al ver el pedazo de tela—. No quiero que mires hasta que lleguemos —continúo emocionado, pero yo no ponía atención a lo que me decía, sino al pañuelo que aún me seguía extendiendo.

—No me voy a poner eso —dije rotundamente. Él frunció el ceño confundido—. Aléjalo de mí. —le di un manotazo queriendo que desapareciera.

—¿Qué sucede? —inquirió, confuso—. Es una sorpresa, si no lo usas, la arruinarás —me dijo, pero yo giré mi cara para no mirarlo.

Intersección [De mundos] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora