Capítulo 40

249 32 4
                                    

Blyana

No quería salir de la habitación; no quería encontrarme con él. A pesar de que trataba de mantener ese recuerdo en los más profundos recovecos de mi cabeza: ese reloj, ese perfume; seguían grabados aparentemente en fuego en ella. Mi cerebro no me permitía enviar: el tic, tic, tic de ese reloj a las fauces de mi memoria.

Durante mucho tiempo he vivido con mil infiernos dentro de mí, y aun así, cada día encontraba fuerzas para combatirlos, pero en ese momento estaba tan cansada.

Hubo un tiempo donde fui capaz de bloquearlo... de bloquearlo todo y solo un leve zumbido me atormentaba o las pesadillas que se entremezclaban y retorcían con cosas peores, me decían que algo muy muy malo me había pasado. Pero en ese momento... en ese momento el zumbido se había convertido en gritos y arañazos en mi cabeza, y las pesadillas en un ente vivo que solo esperaba que colocara la cabeza sobre la almohada para lanzarse sobre mí.

Es horrible, de verdad que es horrible querer estar en cualquier parte menos en tu propia cabeza.

Cless me sugirió que fuéramos a otro lado, pero debíamos hacer cosas ahí, era la única manera de que todos los que me eran queridos estuvieran a salvo.

«Puedes soportarlo un poco más» me dije; de todas maneras, hay un momento en el que dejas de sentir cuando estás entre las llamas. Lo que me preguntaba era hasta cuándo podría aguantar sin ser consumida por ellas completamente.

—Debes salir, aunque sea al huerto —me repitió Cless como por quinta vez, parado al lado de la cama.

—Déjame, solo quiero estar aquí. Mejor cántame una canción para que me duerma —le pedí y me acurruqué entre las sábanas tibias y que olían a él.

—¿Y quién se supone que se va a hacer cargo de esa bestia que tienes en el huerto? No podemos sacar comida por su culpa —me dijo, ahora tratando de sacarme las sábanas.

—¡Deja, Cless! —dije tirando de las sábanas a su vez—. Él no les hará nada si no lo provocan. —Él terminó quitándomelas, así que, me rendí y coloqué la almohada sobre mi cabeza.

—Vamos, por favor. Llevas cuatro días encerrada —me dijo suave acariciando mi brazo, pero al ver que no le funcionaba, cambió de táctica—. Ok, si no sales te sacaré a la fuerza y sabes que lo haré, Blyana —me dijo, ahora en tono autoritario.

Tonito que nos encantaba.

—Está bien —dije pataleando—. ¡Cómo jodas! —Y salí de la cama—. ¿Feliz? Pero solo al huerto —dije y él se levantó conmigo y me ofreció una de sus sonrisas secretas.

—Perfecto, vamos.

Fuimos al huerto y, efectivamente, Cruster no dejaba que nadie entrara, por lo que tuve que hablar muy seriamente con él. Nos sentamos debajo del árbol de mango y agradecí que Cless hubiera insistido tanto en sacarme. Estar ahí me hacía sentir mucho mejor.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó después de unos minutos de silencio.

—Mucho mejor, gracias —le respondí y recargué mi cabeza en su hombro.

—Bien.

Volvimos a quedarnos en silencio, pero era un silencio cómodo. Cless y yo teníamos ese tipo de relación, no necesitábamos decir nada para comunicarnos, para entendernos.

—Sé que no quieres irte y sé la razón, pero creo que si nos vamos por dos días estaría bien. No te hace bien estar encerrada y menos aquí. —Él no me miraba, su vista estaba en la pequeña porción del cielo rojizo que se veía a través del cráter que estaba muy por encima de nuestras cabezas.

Intersección [De mundos] #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora