Epílogo

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Un ruido. Un escandaloso ruido de fondo terminó con lo que sería el mejor sueño en estas tres semanas.

Me desperté irritada para apagar el incesante sonido de mi alarma. Miré al techo pensando seriamente si valía la pena el esfuerzo de madrugar o si mi vida de futura narcotraficante podría empezar ahora.

Nunca es tarde para hacer lo que quieres. Es lo que suelen decir.

-Arriba, Mila. Llegarás tarde a clases.- dijo mirándome desde la puerta.

Intente levantarme pero el sueño me hizo volver a la cama.

-Ya lo decidí.- la miré mientras me volvía a cobijar. -Es momento de empezar con mi vida criminal.- estaba decidida.

-¿Y ahora que harás?- preguntó divertida.

-Me uniré a algún cartel o a la mafia.- pensé seriamente en mis opciones.

-Ayer venderías tu riñón y ahora ¿venderás droga?- me preguntó con una sonrisa. -definitivamente madrugar saca tu lado desesperado.- dijo antes de irse.

Definitivamente mi madre no confiaba en mí. Ni en mi capacidad para los negocios. Lo único que necesitaba era conocer a alguien de la mafia. Un contacto para poder ingresar a su mundo.

Suspiré.

No tenía ninguno y hasta conseguirlo lo único que podía hacer era ir a clases.

Volví a suspirar antes de retirar las cobijas y juntar todas las fuerzas que claramente no tenía para salir de la cama. Tomé un baño rápido y me coloqué unos jeans, una blusita de tiras, un saco abierto y unas botas de tacón grueso. Arregle mi cabello en una rápida coleta y aplique un poco de maquillaje antes de bajar a desayunar.

Mi hermanita ya estaba ahí. Con su hermosa sonrisa y lista para salir.

-Hola princesa.- saludó mi papá cuando bajo al comedor. – Luces hermosa.- dijo con una sonrisa. – ¿lista para tu segundo día de clases?-

Su pregunta me desanimo.

Apenas era el segundo día de clases de uno de mis últimos semestre en la Universidad.

No odiaba mis clases, de hecho amaba mi carrera en Medicina. Y si, por loco que parezca odia madrugar aún cuando estudiaba medicina.

Mi padre era médico y cuando el día de elegir una profesión llegó, no dude en seguir sus pasos.

-Oh sí, claro.- dije tomando una manzana para guardarla en mi bolso.

-Mucha suerte con eso, princesa.- dijo antes de tomar su almuerzo, despedirse de mamá y salir con Sofi.

-¿Desayunaras?- preguntó mi mamá, lista para prepararme algo pero no tenía hambre.

-Lo haré en la universidad.- dije tomando las llaves de mi auto. -Te amo.- le sonreí antes de salir.

Solo ella podía aguantas mis ocurrencias y berrinches cada mañana.

Odiaba madrugar. Odiaba que mis clases comiencen a las 7 de la mañana.

Pero aquí estaba, conduciendo camino a mi tortura y mi primera clase de fisiología.

No quise mudarme a una residencia, vivía relativamente cerca y el dinero de mi alquiler podría invertirlo a mi manera.

Y tener auto definitivamente no era gratis. Ser un adulto responsable no era tan genial como cuando era niña.

Llegue a clases en 15 minutos y quizá un poquito tarde.

Solo un poco.

Dinah ya estaba ahí, y junto a ella un puesto vacío. Ingresé sin hacer mucho ruido evitando interrumpir.

-La clase están por terminar.- comentó Dinah girando los ojos. Miré la hora en mi reloj de pulso.

Bueno, quizá llegué un poco más tarde de lo que pensaba.

Puse atención al resto de la clase. O a los pocos minutos que faltaban de esta.

Cuando las dos primeras clases terminaron, y ya muerta de hambre, me dirigí a la cafetería donde Ally nos esperaba.

Ella era un semestre mayor, sin embargo por cambios de universidad era nueva y tuvo la grandiosa suerte de conocernos.

-Pensé que no llegarían. – dijo cerrando su libro cuando nos sentamos junto a ella. Yo había comprando un desayuno que llevaba tostadas, mermelada, mantequilla, jugo de naranja y café en agua. Dinah por el contrario tenía una botella de agua.

-Es culpa de Mila.- dijo sin mirarme. -Ella y su afán por acabarse la comida de la cafetería.- Me ofendí.

-De qué estas hablando? – pregunté tomando mi tostada y untándole mermelada. – sólo como lo suficiente para no morir de hambre.

Vi a Ally dudar ante mi declaración.

-Son las 9 y a las 12 volverás a tener hambre y serás capaz de devorar todo lo que se te aparezca. – dijo Ally.

Me volví a ofender.

Era verdad que comía más que ellas pero no era motivo para hacer un escándalo por eso. Decidí cambiar de conversación.

-¿Tienes guardia esta tarde? – pregunté para confirmar su horario.

-Si pequeña. – me dijo super tierna. - ¿Ustedes están listas para empezar las guardias? –

No, no, no. Simplemente no lo estaba. La mire con algo de miedo.

-Tranquila. Nada malo pasará. –

-No es lo mismo hacer prácticas que guardias. – refute. Iba a lanzarme al matadero en un par de horas.

Siempre tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora