Capítulo 37

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Había pasado tres semanas sin saber absolutamente nada de Lauren, lo que me tenía al borde de la locura. Fui a clases con normalidad por estricta obligación de Dinah. Ella dijo que mantenerme ocupada haría más llevadero el asunto y a veces funcionaba. Tenía demasiados trabajos y presentaciones que mantenían mi cabeza ocupada y por efímeros momentos solo era una estudiante más, pero cuando la noche llegaba y los humanos dormían, mi cabeza solo estaba con ella.

Me volví la sombra de Normani. Si alguien conocía el paradero de Lauren era ella.

Al principio fue difícil obtener información y estoy segura de que en más de una ocasión pensó en asesinarme. Lo sé porque estuve en su cabeza.

Pero saber de Lauren valía el riesgo.

Cada vez que hablaba con ella, Lauren estaba en un lugar diferente y cada vez más lejos. Llegó a España, paso por Francia y terminó en Países Bajos. Tres semanas era un tiempo increíblemente corto para hacer un viaje tan largo. Y creo que ahora iba camino a Rusia. Un país demasiado grande para perder su propio rastro.

Conocía aquello porque los ángeles caídos más antiguos y viejos que no fueron convocados a la persecución, lo hablaban y los rumores corrían entre las paredes de sus santuarios, llegando a oídos de Normani. Dos cosas tuvieron toda mi atención durante esos días.

1. ¿Los Ángeles caídos tenían santuarios?

2. ¿Por qué Normani no fue obligada a ir a la persecución?

Estuve a punto de morir cuando pregunté aquello pero Ally definitivamente tenía una gran habilidad para calmar a los desquiciados… digo, personas de carácter explosivo.

Finalmente me explicó que los Ángeles caídos existían incluso cuando el hombre apenas comprendía el arte del lenguaje. Vivian entre los humanos pero ocultos entre las rocas. Vivieron años sumidos en la oscuridad pero conscientes de su libertad. Poco a poco salieron a la luz y ganaron terreno. El orgullo seguía siendo su mayor pecado y el caos su mejor recompensa. No importaba cuánto daño hacían ni cuantas personas pagaran por sus cabezas, siempre había un lugar al que ellos podían volver y sentirse seguros. Eran los santuarios. Sumidos en la oscuridad y ocultos para el hombre.

-¿Cuántos santuarios existen?- preguntó Dinah con un hilo de voz

-Créeme, prefieres no saberlo.- sonrió haciendo que Dinah empezara a temblar.

-¿Cuántos años tienes, Normani?- se animó a preguntar Ally.

-Unas pocas décadas.- lo que era increíble porque lucía como una chica de 20.

-¿Por qué no fuiste obligada a ir con ellos?- esta vez pregunté.

-Fui convocada, como el resto de los Ángeles caídos y Nefilims.- aseguró.- pero como yo, siempre quedan los rebeldes. -

-¿Qué sucederá si se enteran de tu falta?-

-Es mejor que no se enteren.- terminó guiñando un ojo antes de marcharse.

Al principio no comprendí sus palabras pero unos días después todo resulto obvio.

Iba tarde a mi clase de deportes. 

Dinah había dormido fatal por las declaraciones de Normani y casi no conseguía cerrar los ojos por más de 3 horas en la noche. Ahora hacia todo lo posible por no pasar demasiado tiempo sola y para ello, me pidió que le acompañara a su facultad. Tenía el tiempo justo pero era claro que no la dejaría. De todas formas iba mal en deportes. Un atraso no podría ser más perjudicial para mi materia casi perdida.

Llegue al estadio y vi a todos mis compañeros realizando las actividades. El entrenador me vio y su rostro de furia solo me indicó que iba a pagar caro mi impuntualidad.

Suspiré.

Caminé hacia los vestuarios para colocarme el uniforme y dejar mi bolsa. Iba de salida cuando la puerta se cerró de una forma estridente. Me quedé quieta, como si eso me hiciera invisible.

-Algo me dijo que ir tras ella, era innecesario.-

Estaba segura de que ser invisible no era tan fácil como quedarse quieta.

Me giré lentamente para encontrarme con un chico que me miraba con una sonrisa lobuna en su rostro. Me miraba como si fuera su objetivo.

-Así que aquí te escondías, ¿eh ángel?-

Miré al chico. No podía tener más de 23 años. Era alto, contextura promedio y tez canela. Increíblemente atractivo si otras fueran las circunstancias.

-Resultaste difícil de encontrar.- ladeó la cabeza mientas me miraba, aunque “escanear” hubiera definido mejor su acción. De repente se detuvo en mi cuello y su mirada se encendió. –El collar.- sonrió como si la respuesta hubiera sido obvia todo este tiempo.- Jodida, Lauren. Ella sabía que esa mierda te mantendría oculta.-

-No lo entiendo.-

-Esa mierda.- apunto con la cabeza hacia el lugar donde su mirada se mantenía fija.- esconde tu luz “celestial”- dijo en tono irónico mientras sus dedos agregaban las comillas. –Sin eso, brillarías a varias millas de distancia.-

Mi meta por el momento era ser invisible no un faro incandescente.

-Gracias por el dato.- agregue mientas caminaba lentamente hacia la puerta. -Intentaré no perderlo.- abrí la puerta preparada para huir por mi vida pero él volvió a cerrarla mientras se reía.

-Y dicen que los Ángeles no tiene sentido del humor.-

Volví a girar para mirarlo. Estábamos solos y la habitación de repente se sintió como un cuadrilátero de pelea.

-Sabes… estuve pensando en lo que haría contigo si llegaba a encontrarte. Podría tener la llave al portal y el respeto de los míos.- su mirada estaba fija en mí. Ladeó la cabeza como pensando.- Podría tomar tu vida. El sacrificio de un ángel me haría mortal.- su sonrisa lobuna volvió a aparecer.- Es por eso que los Ángeles no toman forma humana, cariño.- ¡por que no leí el jodido manual antes de bajar! – O podría matarte y entregarte ante tu Dios. Eso desataría la guerra sin necesidad de llegar al portal. Imaginas lo furioso que se pondría El Creador cuando vea a uno de sus lindos angelitos desmembrado ante las puertas de su reino.-

-¿Por qué querrías iniciar la guerra?- Lauren dijo que ese era el objetivo pero el motivo era inalcanzable.- Ellos son miles, cientos de Ángeles cuidando el Reino.-

-Ese es el propósito, cariño.- bajó la voz y lo dejó salir como un tenue susurro.- Morir.-

-No lo entiendo.-

-Parte del infierno está en la tierra. Un ángel caído carece de dolor, emoción, placer. No lo sientes, al menos no en las primeras décadas pero mientras más tiempo pasas en la tierra, algo cambia. Sientes aprecio por las horrendas criaturas humanas y luego, un día…  los ves morir. He perdido a personas importantes. Me he enamorado.- su mirada se perdió como si lo estuviera recordando.- y he deseado morir con ella pero eso no cambia. Hagas lo que hagas, morir no está permitido.- de repente su mirada tenia tristeza. Aquella tristeza que oculta verdadera agonía.- ¿Qué clase de sádico castigo es ese? ¿Cómo puede tu Dios benevolente hacernos esto? ¿Acaso la desobediencia fue el peor de los pecados?- No respondí. No tenía una respuesta para eso. Volvió a centrar su mirada en mi.- Los arcángeles son los únicos con el poder de matarnos. Iniciaremos una guerra que sabemos de antemano está perdida. Nunca antes se habían interesado por nosotros pero al tener a uno de los suyos, al menos tenemos su atención. Matarte o utilizarte como portal solo nos da la posibilidad de morir.-

Si los Ángeles caídos no sufrían, él claramente era el ejemplo de que las cosas habían cambiado.

Siempre tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora