El Reino de los cielos no era tan pequeño como solían pensar los humanos. Caminar entre sus pasillos, esquivar arcángeles y ocultarme de Serafín resulto ser más complicado de lo que parecía. Caminé –aun cuando podía utilizar mis alas- hasta los límites del Reino donde Vasariah me recibiría.
Todos los ángeles sabemos que Vasariah no va precisamente por el buen camino. Muchos dicen que si el Señor llegase a conocer sus oficios, no tardará en castigarlo. Yo creo que Él ya lo sabe.
Llegue hasta su casa y toqué en la espera de una respuesta.
Dos toques después, el anciano ángel me atendió.
-¿Te siguieron?- fue su saludo de bienvenida, mientras miraba detrás de mí.
-Estoy segura de que no.-
-Bien, pasa.- dijo moviéndose de la puerta.
El interior estaba lleno de polvo y acumulación de frascos de vidrio con extrañas cosas dentro. Preferí no preguntar que eran.
-¿Qué necesitas?- tomó mi atención causando que lo mirara. Su lento caminar indicaba que probablemente llevaba mas siglos de los que podría contar.
-Dijeron que podías ayudarme.- lo miré caminar hacia su gigantesca biblioteca. Para ser una casa tan pequeña, nadie imaginaria la cantidad de libros que existía.
-¿Quién lo dijo?-
-Los ángeles hablan.-
-Más de lo que desearía.- murmuró tomando otro libro de su estante. –Exactamente ¿en que necesitas mi ayuda?-
-Creo que lo que necesito es un poco complicado...-
-Habla, ángel.- animó tomando otro de sus libros.- si lo que necesitas es hablar con tu humano, que te mire o enviarle alguna señal fuera de lo permitido, puedo hacerlo. Solo necesitamos unos cuantos frascos de...-
-Necesito ir a la tierra.-
-Tienes alas ¿no?- me preguntó como si fuera la cosa más obvia del mundo.- Utilízalas.-
-No como ángel.- dije bajo su atenta mirada.- Quiero ir a la tierra, pero siendo uno de ellos.-
-Humano.- murmuró con un extraño brillo en sus ojos.- Nadie nunca había deseado eso.- de repente su lento caminar se volvió más vivaz. Tomó libros y libros buscando algo en particular. Se movió por el estrecho espacio hasta que halló lo que buscaba. –Finalmente un desafío.- me miró con una sonrisa torcida.- Puedo hacerlo.-
-Yo no estaría muy convencido.-
Ambos volvimos la mirada hacia la puerta, en donde un imponente Serafín nos miraba con los brazos cruzados.
Mirando a Serafín tuve mis dudas respecto a las palabras del anciano.
Él no podría hacerlo.
Serafín no se lo permitiría.
El anciano ángel cerró su libro y lo lanzó junto a una pila de libros mal acomodados. Y luego sonrió.
-Serafín, viejo amigo. Llevaba siglos sin verte. Te ves muy bien.-
-Déjate de cosas, Vasariah.- cortó el Serafín ingresando a la casa. –Estoy seguro de que el Creador no estará nada contento cuando sepa lo que tienes aquí.- dijo mirando los frascos de cristal con cierta sorpresa.
-¡¡Fue el ángel!!- dijo de repente acusándome cual niño de jardín.- el ángel vino a buscarme, yo me negué pero me amenazo y tuve miedo.-
Elevé una ceja, mirándolo indignada. ¿Qué lo amenace? ¡No podía hablar en serio!
Serfin lo miró como si el anciano hubiera perdido la cabeza.
-Déjalo así, Vasariah. – caminó hacia mí y tomó mi mano para sacarme de ahí. –No vuelvas a acercarte a ella.- lo dijo como una clara amenaza mientras salíamos.
Cuando pasé al lado del aciano, lo mire indignada.
-Mentiroso- susurré solo para él.
El anciano volvió a dedicarme una sonrisa torcida mientras elevaba los hombros.
¡Era igual a un pequeño niño!
Nos alejamos unos cuantos metros de la casa del anciano antes de que Serafín me enfrentara.
-¿Me puedes explicar que intentabas hacer con Vasariah?-
-Sabes lo que intentaba.- murmuré esquivando su mirada.
-¿Acaso no sabes los riesgos que corres con solo buscarlo?-
-No tenía más opción.- fui sincera antes de pasar junto a él. –Y dado que ahora Vasariah no querrá ayudarme, tendré que seguir buscando.-
Tomó mi brazo para detener mi caminar.
-No dejaré que sigas con esto.-
-La única manera en que me detendrás, será delatándome con la corte celestial.- sabía que no lo haría.
Desde muy pequeña mi cuidado y mi bienestar han sido vigilados por él. Su preocupación iba más allá que la de un simple tutor. Era mi hermano.
-No haré eso.-
-Tampoco vas a ayudarme así que déjame ir.-
-No puedo ayudarte.-
-Claro que sí, eres un Serafín.- soltó mi brazo inseguro.- Tus poderes no conocen limites.-
-No hay poder ni fuerza más grande que la del Señor.-
-Lo sé pero él no querrá ayudarme, estoy segura.- dije con una pequeña sonrisa.
-No me pareció gracioso.-
-Lo siento.- Serafín no tenía sentido del humor. Amargado.- Míralo así, si tú me ayudas, podrás cuidar de mí y yo podré recurrir a ti cuando necesite consejos. Tú conoces a los humanos mejor que yo. Por favor, necesito hacer esto. Necesito tu ayuda-
-Conseguirás meternos en un gran lio.-
-Eres el consentido del Creador.- le recordé causando una sonrisa orgullosa en su rostro.- Te prometo que no te meteré en problemas. –
Dejó escapar un pesado suspiro.
-¿Cuánto tiempo?- preguntó derrotado. Sonreí increíblemente feliz.
-Solo hasta que entienda lo que el amor significa. – Fui sincera.- necesito saber porque mi protegido dio su vida tratando de cuidar algo tan inútil e inservible como es este sentimiento.-
-De acuerdo.- susurró mirándome fijamente pero nada convencido. Paso una mano por su cabello dorado, tratando de calmar sus evidentes nervios.- necesito una cosa antes de empezar. Te veo en el antiguo templo.- empezó a caminar de regreso al reino pero lo detuvo.
-¿Lo haremos hoy?-
-Al mal paso darle prisa, ¿no?-
Abrió sus enormes alas y en cuestión de un parpadeo, desapareció.
-Gracias.- susurré segura de que me escucharía.
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Siempre tu
أدب الهواة¿Qué pasaría si te enamoras una y otra vez de la misma persona? ¿Una y otra vez en... cada vida? Creo firmemente que algunas personas están destinadas a conocerse, a encontrarse a pesar de las circunstancias, algo así como el mito del Hilo Rojo pero...