Capítulo 41

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No tenía nada más que la maleta que Serafín me envió aquel primer día en la tierra. Empacar no iba a hacer complicado así que no tarde más de unos minutos. Mientras guardaba todo, Dinah no apartaba su mirada de mí.

-¿Me vas a extrañar?- le pregunté dejando lo que hacía para sentarme junto a ella en la cama.

-No.- respondió dejando salir un soplido. Intenté no reír, mentía fatal.

-Bueno, es una lástima porque yo si te voy a extrañar. –su mirada estaba triste y quería cambiar eso.- fue una verdadera bendición haberte conocido. Entre todos los humanos, tú fuiste la mejor elección de Serafín.-

-Eso es muy tierno.- murmuró con más tristeza que antes. Vi que sus ojitos empezaron a cristalizarse y no lo comprendí.

-¿Qué? No, espera…- ¿Qué debía hacer? Las emociones de los humanos siempre me resultaron confusas. No pretendía hacerla llorar.- Yo no quería ponerte más triste.

-Lo sé, Mila…- dijo con una pequeña sonrisa mientras respiraba profundo.- es solo que… también ha sido una bendición conocerte, quiero decir, no todos los días puedes conocer a un ángel guardián.-  en eso tenía razón.- desearía que no te vayas, desearía poder cuidar de ti.-

-Lo hiciste, Dinah.- aseguré limpiando una pequeña lágrima de su rostro.- fuiste mi ángel guardián en la tierra.-

Esta vez su sonrisa creció y no pude estar más agradecida con ella por todo lo que había hecho por mí.

Dinah se merecía el mundo.

Terminé de empacar mis cosas, me puse el pijama y fui a la cama. Dinah no tardó en dormirse y mi cabeza empezó a imaginar cómo sería vivir con Lauren.

Desde que regresó, mis ganas de pasar junto a ella crecieron de manera impensable, aunque vivir con ella no estaba en mis planes.

Tantas vidas y aun me sentía nerviosa.

Quería soñar. Quería volver a recordar alguna de nuestras tantas vidas.

Cerré los ojos y lentamente dejé que la típica entrada a los recuerdos me envuelva. Empecé a notar como todo empezaba a borrarse y antes de que todo desaparezca, las cosas se detuvieron. Mire a mi alrededor confundida. Luego sentí un frio metal en mi cuello y abrí los ojos.

-Querido ángel, ¿a dónde estabas yendo?-

Me asusté cuando noté un cuchillo en mi cuello y a dos tipos en mi habitación. Uno de ellos sostenía a Dinah por el cuello. Estaban de pie junto a la puerta y su mirada de pánico me mostró que tampoco ella tenía una idea de que sucedía.

-¿Quién… quién eres?- me las arreglé para preguntar.

-Un triste y desafortunado inmortal.- dijo con una sonrisa.- pero tú puedes llamarme Arthur.- se presentó con un ligero movimiento de cabeza.

-Hola Arthur, un placer.- dije con el temblor incluso en mi voz.- ¿Puedo ayudarte en algo?-

-Que amable.- dijo con una voz fingida.- claro que puedes ayudarme. Puedes empezar viniendo conmigo.-

-De acuerdo, lo hare.- dije de inmediato antes de ponerme de pie bajo su atenta mirada y su cuchillo muy cerca de mi cuello. En cuanto me levanté, tomo de mi brazo y me pegó a su cuerpo. Ahora estaba en la misma posición que Dinah solo que un filo metálico amenazaba con arrancarme la cabeza. –Haré lo que me pidas, solo deja a Dinah fuera.-

Miró a la alta chica que estaba tan pálida que parecía a punto de desmayarse en cualquier momento.

-¿Y dejar que se pierda de la diversión?- preguntó con una sonrisa. –No, claro que no. Te aseguro que se va a divertir.-

Nos sacaron de empujones del cuarto y en cuanto crucé la puerta de Lauren, grité como si no hubiera un mañana.

-¡LAUREN! ¡LAUREN! ¡¡AUXILIO!!- el corredor se hizo tan corto para mis suplicas.- ¡LAUREN!-

-Basta ya, niña tonta.- dijo en mi oído sin la menor preocupación.- ella espera por nosotros.-

-¿Qué?- habló Dinah saliendo de su estado. Gracias al cielo por eso.

Miré de vuelta hacia el corredor. Ninguna de las puertas se abrió. Era imposible que nadie me hubiera escuchado gritar.

-¿Qué quieres decir?- pregunté mientras bajamos las escaleras.

-Ya lo veras.- fue todo lo que respondió.

Salimos de la residencia y la oscuridad de la noche nos envolvió, o quizá de la madrugada, no podría asegurarlo.

Subíamos a un auto grande y negro.

Dentro dos hombres más nos acompañaban.

-Podemos arreglarlo. – ninguno de los hombres me miró. Parecían una terrible versión de maniquíes. –Hare lo que me pidan pero dejen a Dinah fuera de…-

-Cállate, ángel.- cortó Arthur con tanta indiferencia que entendí que diga lo que diga, ellos no estaban interesados.

Miré a Dinah junto a mí y su mirada asustada me hizo desear retroceder el tiempo y jamás haber bajado.

-Lo siento tanto.- susurré con mi corazón destrozado.

Ella no tenía por qué sufrir las consecuencias.

Me miró y forzó una sonrisa tan mala que vi sus lágrimas a punto de aparecer.

-No te dejaría de todas formas.- susurró.

¡Jodida mierda!

Necesitaba sacarla de aquí. No iba a dejar que nada malo le sucediera, aun si mi vida dependiera de ello.

El auto condujo alrededor de unos 30 minutos y muy en el fondo deseaba que nunca se detuviera, pero lo hizo.

Fue cuestión de segundos cuando el auto paró y los hombres bajaron con tanta velocidad, llevándonos a nosotras con ellos que no tuve tiempo de procesar lo que vino a continuación.

Ella estaba ahí.

-Camina, Ángel.- me susurró en el oído cuando mis pies dejaron de responder. Literalmente tuvo que arrastrarme hacia una celda a un lado de la habitación.

-Lauren.- intenté llamarla.

-No pierdas tu tiempo.- dijo Arthur cerrando mi cárcel. Vi a Dinah ser llevada al lado contrario de mí, a otra celda. Había alguien en el piso pero no podía reconocerlo. Estaba lejos y con su ostro oculto. Bastó un grito de Dinah para saber de quien se trataba.

-¡Ally!- dijo cuando entró a la celda. Se acercó y tomó su rostro antes de mirarme. –Esta inconsciente.-

-¡¡No tenían por qué lastimarla!!- grité empezando a sentir odio. Odio por aquellos que se atrevieron a ponerle una mano encima.

-Si ella hubiera colaborado…- su voz me heló la sangre y sentí que el mundo se vino abajo. –Quizá y otra sería su historia.- dijo Normani mientras se acercaba a mi celda. Se había mantenido en algún extremo de la habitación que apenas noté su presencia cuando habló.

-¿Qué está sucediendo, Mani?- pregunté confundida. – ¿Lauren está bien? ¿Qué le hicieron?- Lauren estaba en el centro de la habitación. Parecía inconsciente y con demasiada sangre manchando su ropa y su rostro.

-Ella obtuvo lo que se merece por traicionar a los nuestros.-

-¿Qué?- mi pregunta no pudo ser más que un hilo de aliento. -¿De que estas hablando?-

-Ya lo veras, Ángel.- dijo con una sonrisa fría. Ella giró dispuesta a marcharse pero entonces lo comprendí.

-La traicionaste.- ella volvió a girar para mirarme. – ¡Tú la traicionaste!- grité haciendo que el enojo vuelva a envolverme.

-Ella nos traicionó.-

-Lauren confiaba en ti.-

-Lo sé.- respondió con esa maldita sonrisa triunfante.

-¿Por qué?- murmuré mirando a Dinah. Ella seguía tratando de despertar a Ally.- ¿Por qué lo hiciste?- Normani inclinó ligeramente la cabeza mientras me miraba.- ¿Por qué no me mataste cuando tuviste la oportunidad?- ella pudo hacerlo en el mes entero que pasé bajo su cuidado. Ella pudo dejar que Eithan me matara.

Se mantuvo en silencio como pensando en sus palabras.

-Si lo hacía… si te mataba, ella acabaría con nosotros.- señaló a Lauren con un suave movimiento de cabeza.- necesitaba que ella confié en mí. Necesitaba bajar sus defensas ante de atacar. Ya sabes lo que dicen, dos pájaros de un tiro.- terminó elevando los hombros antes de alejarse.

Esto no podía estar pasando.

Ella no pudo haberlo hecho.

Esto no era real

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