Capítulo 68

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Sam

Estudio durante todo el día hasta las ocho de la noche que decido descansar y justo llaman a mi puerta.

— Leo, ¿qué haces aquí?— pregunto.

— ¿No podía venir?— dice confuso.

— No, digo sí, sí que podías venir, pero no te esperaba, pasa— entra y yo no dejo de pensar en lo que me ha dicho esta mañana Ethan.

— Me he imaginado que estabas agobiada y creía que necesitarías despejarte un poco.

— Sí, estoy agobiada por los exámenes...

— Los llevas bien, has estudiado todas las vacaciones y te los sabes genial, vas a aprobar y a sacar muy buena nota, créeme.

— Te creo pero aun así estoy nerviosa— me agarra la mano.

— Si necesitas algo sabes dónde estoy— lo abrazo— sé que antes de ayer por la noche estuviste mal por la marcha de Lucía

— ¿Te lo contó Álvaro?— pregunto.

— Sí, estuvimos hablando y dijo que estabas mal y me dio pena haberme ido ya que te podría haber ayudado.

— Eso da igual, estuviste conmigo todo el día y lo agradezco— me acerco a él.

— Sí pero te podría haber calmado— me aparta el pelo de la cara.

— Pero ahora estás aquí— le recuerdo.

— Sí— me besa.

Me subo en su regazo estamos un rato en el sofá liándonos hasta que me levanta y me lleva hasta mi cuarto. Me tumba en la cama y se pone encima de mí.

— ¿Lista para distraerte?— me pregunta y yo asiento.

Me sigue besando, introduce su mano por mi sudadera y mi camiseta; noto sus dedos fríos y sus anillos por los que me entran escalofríos.

***

Cuando despertamos eran las doce de la noche.

— Tengo hambre— digo en cuanto abro los ojos.

— Sí yo también pero es un poco tarde para hacer algo de cenar, ¿no crees?— pregunta.

— Nunca es tarde para comer algo— digo levantándome y tapándome con el edredón de la cama.

— ¿Enserio que vas a cenar ahora?— me pregunta desde la cama.

— Sí, ¿quieres algo?— le pregunto.

— No, pero voy contigo— se incorpora y se viste al igual que yo.

Salgo de la habitación hacia la cocina y abro el frigorífico observando que puedo hacer.

Leo viene detrás de mí y se pone a observarme desde la encimera de la cocina. No se ha puesto la camiseta— no sé si lo hace para provocarme o porque tiene calor— sigo observando el frigorífico.

— ¿No sabes que hacerte?— me pregunta

Doblo mi espalda como si estuviera poseída para mirarle y se asusta.

— No, ¿me ayudas?— le pido

Asiente y se acerca a mí. Se pone atrás mío y me agarra de la cintura.

— ¿No tienes frio?— pregunto

— No, ¿tú?

— Un poco— me abraza en cuanto lo digo y me aparta del frigorífico— quiero hacerme la cena.

¿Y Si No Vuelvo? #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora