👨🏻‍⚕️ Capítulo 48| Los celos.

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ARES HIDALGO.

No sé si quien estaba más asustado.

Si ella o yo que me temblaban las la putas manos.

La vecina a mi lado no paraba de decirles cosas lindas del granito de arroz y eso parecía calmarla un poco, pero joder, estaba tan nervioso que quería que se callara. Llegamos al hospital y paré frente a las puertas de urgencias y salté del auto para sacarla a ella. Un celador vino y la coloco en una camilla con otros dos enfermeros.

—Está muy nervioso, chico, vaya a aparcar el coche y corra luego a dentro con nosotros.

Quise decir que se fuera a la mierda, pero Analise no me necesitaba fuera de mis cincos sentidos, por lo que sencillamente aparqué el coche lo más rápido posible y corrí de nuevo dentro. Casi quise romperle la cara a ese enfermero cuando me dijo que tenía llenar el ingreso, pero lo hice rápido y corrí al piso de partos. Me dijeron donde estaba para hacerle un parto de emergencia y entré, observando lo pálida y sudada que estaba. Caminé rápido a su lado y mi corazón martilló como un loco.

¿Era normal verla bonita en estas condiciones?

— ¿Cómo estás?

—Me han puesto la epidural—suspiró—. Ya no duele tanto y será parto natural por mis seis centímetros de dilatación ¡Yupi! —me miró—. ¿Debería llamar a Marlon y mi abuela?

—No lo sé, creo que es mejor que los llames cuando el granito de arroz nazca. Por cierto, ¿Algún nombre?

—Nada de nada—murmuró.

Sonreí un poco y se volvió una mueca al ver como se retorció de dolor.

—Deberías pensar lo positivo de esto: veremos ya al granito de arroz.

—¡¡TRES MESES ANTES, ARES!! —Me sobresalté ante su grito—. Me sentiría feliz si fuera en los tiempos que son, pero estoy preocupada, Ares, no quiero que le pase algo—sollozó—. Mi hijo...

—Hey...—la hice mirarme—. Cálmate, todo estará bien.

Asintió, pero no lució muy convencida.

—Te quiero.

Apretó mi muñeca.

—Y yo a ti.

Sonreí.

Le pasé un paño por su rostro para quitarle el sudor y ello chilló de dolor por otra contracción. Me dolía su dolor, pero no podía hacer nada más que solo hablarle para distraerla.

—Summer espera afuera, no quiere irse de aquí hasta que sepa que estás bien—murmuré—. ¿Cuándo se hicieron tan amigas?

—Es buena con los consejos—cerró los ojos—. ¡Qué dolor!

— ¿Y qué nos hizo pasar por esto mucho antes?

—María me llamó y me contó cosas muy fuertes de asimilar—chilló de nuevo—. ¡Me duele, joder, duele mucho!

La doctora López entró y miró a Analise.

—No hace más de cinco horas que te vi perfecta y con el bebé dentro, pero bueno, luego te jalaré las orejas—me miró—. ¿Qué eres por fin de Analise?

Analise chilló de nuevo de dolor.

—Su novio.

—Bien—sonrió conforme—. Anda a que te disfracen de verde.

Minutos después corrí de nuevo a la sala de parto y ya había dos enfermeras allí. Me acerqué a Analise y tomé su mano, hice una mueca cuando apretó más, pero no dije nada.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora