El caos que somos [BORRADOR]

👩🏻‍⚕️ Capítulo 50| La familia.

—Se suponía que tendríamos que haber arreglado este mes mi habitación para Aiden, Ares.

Él estaba a mi lado observando a Aiden dormir. Me habían dado de alta hace una hora luego de que ayer la doctora López nos haya descubierto fuera de mi habitación.

—Podemos mientras tanto sencillamente tomar la cuna que te trajo tu madre y colocarla en tu habitación—dijo con simpleza.

Fruncí el ceño.

—Me hubiera gustado arreglar bien el cuarto para Aiden, es estúpido, pero siento que no lo hice como si eso no fuera una de mis prioridades, cuando es todo lo contrario.

—Hey—lo miré—. De todas formas no es que vayamos a vivir para siempre en ese departamento tan pequeño.

Esas palabras. Esas palabras significaban demasiado para mí, porque ahí se hablaba de un futuro, se hablaba de que nos aceptaba a los dos. Ares no era el padre de Aiden y jamás me ha dicho algo al respecto ¿de verdad él quería ser algo importante para mi Aiden, cuando no tenía su sangre?

— ¿Estás seguro de que nos quieres, Ares?

Su ceño se frunció.

— ¿Hablas en serio? Analise, desde que acepté todo contigo también acepté ser todo de Aiden, es mi hijo aunque no tenga mi sangre—lo miré con ternura—. El es Aiden Hidalgo, así de simple.

Quería llorar de felicidad.

Sonreí como la maldita tonta enamorada en la que me convertí y seguramente la Analise de principios del 2021 me hubiera dado una cachetada y puesto cara de asco, Iugh, el amor.

—Cursi.

Rodó los ojos.

—No jodas.

Me reí y besé su mejilla, él giró a verme y me sonrió.

— ¿Estás preparada para volver a casa? Te conozco, y sé que quieres quedarte con Aiden, pero podemos volver mañana.

Asentí. Él me conocía.

—No quiero dejarlo aquí solito.

—Tu madre llegará dentro de una hora y estoy seguro que ella aceptara quedarse con Aiden para que descanses bien y arreglemos la casa allá en casa.

No estaba convencida del todo. Ares tomó mi rostro y me hizo sin mirarlo. Nada de besos ni miradas tiernas. Solo me miraba en silencio de forma seria.

—Debes cuidarte.

—Lo sé, pero...

—Entonces vayamos a que descanses, Chaki chan—sonrió conforme por ganar. Suspiré—. Te ducharas, dormirás, comerás bien. Yo mientras arreglaré la cuna para Aiden y luego volveremos mas tarde.

No pude hacer nada más que aceptar.

—Tu humos de mandón son demasiados grandes—le dije mientras caminamos a la recepción.

—No es lo único que tengo grande, Chaki chan.

Unas enfermeras que pasaban lo miraron sorprendidas y caminaron más rápido para cuchichear entre ellas. Yo me sonrojé de vergüenza y le pellizqué el brazo ¿Lo hizo algo? Ni cosquillas, los malditos músculos no ayudaban.

—No digas esas cosas en un lugar público—susurré.

Me dio una sonrisa divertida.

—Puedo decir la verdad donde sea.

—Ajá, ¿y cuanto te mide? ¿Treinta, o qué?

Se rió.

—Es pene, no tercera pierna—sonreí.