👩🏻‍⚕️ Capítulo 40| El descubrimiento.

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Si de verdad estaban creyendo ser silenciosos, eran una mierda.

Cerré los ojos y bufé, levantándome de mi cama. Tomé mi bata para ocultar mi cuerpo del frío y salí de mi habitación mientras que los sonidos se volvían más fuertes.

Los celos me apretaban el estomago y mi bebé no me estaba ayudando al darme tantas patadas e impedirme dormir. Bueno, con esos ruidos y sabiendo que están haciendo no creía que pudiera dormir siquiera dos segundos.

Salí del departamento en silencio y cerré la puerta detrás de mí. Me apoyé en la pared y cerré los ojos, intentando controlar mi respiración.

Estar enamorada era una mierda.

Me deslicé por la pared hasta quedar sentada en el suelo, mirando un lugar fijo en la pared de enfrente. Coloqué mi mano encima de mi estomago y justo dio una patada. Sonreí. Se sentía extraño, pero me parecía magnifico que mostrara su presencia.

Un sonido más me hizo salir de mi ensoñación y la sonrisa se me borró. Suspiré y recosté la cabeza en la pared.

«—Quiero que te alejes de Ares antes de que ustedes tres acaben muy mal.»

«—Estar enamorada de él, les va a costar caro a los tres.»

Me reí de mi misma al sentir las lagrimas rodarme de las mejillas ¿desde cuándo era tan quebrantable emocionalmente? Yo no era así de débil, pero este amor que llevaba en mi corazón me tenía todo el tiempo herida. Coloqué mi mano en mi barriga sintiéndome de que mi bebé sintiera las consecuencias del desamor y que pudiera afectarle a su salud.

De la nada, siento una puerta abrirse y giro en esa dirección, observando a la vecina mirarme con sus dos manos ocupadas en dos tazas. En silencio se acerca y se sienta a mi lado, me extiende una taza y la miro con desconfianza a lo que ella sonríe.

—Es chocolate.

Miró la taza y el color es el indicado. Lo tomo en silencio y ella toma de la suya, quedándonos en silencio.

Un gemido alto y agudo hace que me encoja y que ella se ahoque con su chocolate. Miró mi puerta con los ojos abiertos y luego me mira a mí que le doy un encogimiento de hombros, incomoda y avergonzada de que ella haya oído ese show.

—Ahora entiendo porque estás aquí—Se echó reír y su risa me contagia, es tan suave y comprensible.

—Lamento eso.

—No fuiste tú la que gimió como gata en celo, tranquila—hizo una mueca—. Odio los gemidos, son horribles.

Reí.

—Algunos son muy feos.

—Ese es uno—rodó los ojos—. El único que dejaba que hiciera un gemido era a mi Frank—sonrió y sus ojos brillaron con amor—. Tan masculino y hermoso, un sonido perfecto.

—Debió amarla mucho.

—Así es—me miró y ladeó la cabeza—. ¿Estás triste por algo del amor, no es verdad?

Sonreí con tristeza.

— ¿Tanto se nota?

—Llegaste aquí con un aura brillante y ahora estas aquí tan... gris—mordió el interior de su mejilla—. Supongo que tiene que ver con el chico que vive aquí y la chica que está dentro.

Recosté mi cabeza en la pared y suspiré, dejando la taza a un lado.

—Creí que nada de esto pasaría—Ella me miró con atención—. No pensé que me enamoraría tanto de él como lo estoy ahora y arruiné todo.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora