👩🏻‍⚕️ Capítulo 36| El éxtasis.

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Hechizada por sus ojos azules y con las hormonas revolucionadas por la cercanía, no lo dudé y me arriesgué a que estuviera cometiendo el error más grande e irreparable de toda mi existencia. Acerqué mis labios a los de él y, sin poder refrenar lo que sentía, lo besé. Lo sentí tensarse debajo de mí y con una delicadeza que jamás creído dada por él, me separó de él.

— ¿Qué estás haciendo?

No respondí, solo tenía mi vista a sus labios color sandía suave. Moví mis brazos con fuerza, haciendo que me soltara sorprendido por la fuerza que empleé, pero no presté atención a ello y volví a unir mis labios con los suyos. No estoy arrepentida, pero voy arrepentirme mañana, pensé. Le mordí los labios con tal ímpetu que al final Ares me correspondió, llevó una mano a mi nuca y me acercó más a él para hacerse más fácil la tarea de devolverme el beso. Enredé mis dedos en su cabello, y sorprendentemente aquel simple acto, unido a cómo devoraba su boca, sentí como algo creciendo, presionando mi entrepierna de una forma deliciosa.

Maldito hechizo Hidalgo y su maldita boca que me sabe a ambrosia.

Gemí cuando llevó una mano a mi trasero y lo estrujó. Grave error. Algo en su cerebro despertó y separó nuestros labios. Sus ojos colisionaron con los míos e intentó quitarme de encima.

—No—apreté más mis piernas contra él y dejé caer todo mi peso. No quería moverme, sabía que si lo dejaba levantarse comenzaría a decir que había sido un error y algo dentro de mí se volvía pesado con solo pensar en su boca pronunciando esas palabras.

—Analise, no podemos...

Observé sus facciones tensas, pero no cedí. Lo deseaba y quería ser deseada por él. Así que, aunque me estuviera volviendo una maldita perra por quererlo a él, teniendo novia, me acerqué a sus labios y chupé su labio inferior con sensualidad.

—Sí..., sí podemos.

Y sin darle tiempo a rechazarme, saqueé su boca y lo incité a que probase de la mía, y lo conseguí. Sentí como se volvía cada vez más duro debajo de mí y gruñó en cuanto levanté su camisa y pasé mis manos por su pecho que a mí casi que se me sale un gemido por lo duro que era. Santo diablo, todo él era increíble. De verdad que se merecía con creces el nombre de un dios griego.

—Para —insistió él.

—No—de todas formas, me dejó quitarle la camisa.

Sin importarme absolutamente nada, con cariño, toqué sus duros y cálidos hombros y después se los besé, mientras percibía cómo poco a poco él se avivaba y comenzaba a tocarme. Sin estar dispuesta a tenerme y entregada a poder disfrutar de él, vertí un reguero de besos en su cuello ansiando que fueran devueltos. Tumbada sobre él, se sentía poderosa, ardiente y enérgica. Quería que me tocara, que me devolviera las caricias con el mismo ímpetu que se las daba por lo que le ordené:

—Tócame.

Y eso pareció volverlo más duro si eso era naturalmente posible. Me tomó por la cintura y me apretó más contra él sintiendo la presión más fuerte entre mis piernas y casi se me cierran los ojos del placer. Todo esto era una locura. ¿Qué estaba haciendo? Pero me sentía incapaz de parar lo que había comenzado, me quitó la cinta del pelo para que me cayera en la cara, y sonreí con dulzura. Ares se quedó un segundo mirándome y luego, acercó su boca a la mía y me hizo ver las jodidas estrellas.

—Analise —masculló, haciendo un último intento—. Detente o no podré parar. Si continúas así, no voy a ser capaz de...

—No quiero que pares —gemí al notar su excitación presionándome allí—. Te deseo y necesito que sigas.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora