Capítulo 9| La decisión.

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Domingo, 24 de octubre del 2021.

A la mañana siguiente muy temprano, me levanté para hacerme mi café y encontré a Hades con un bolso de viaje en la sala y él haciendo el desayuno.

— ¿Te vas? —me senté en la encimera con mi cobija enrollada por todo mi cuerpo. Había mucho frío.

Se dio la vuelta para mirarme y luego volvió a darme la espalda.

—Mi madre está cumpliendo años y debo volar a chicago para su mega fiesta—me explicó. Agarró mi taza y sirvió café junto con un plato de pastelitos, lo deslizó enfrente de mí y se sentó con su plato.

—Gracias. ¿Volverás para mañana?

—No, el martes. Es un vuelo de trece horas, no llegaré a tiempo para nada.

Silencio.

—Yo... hum... eh...—elevó una ceja—. Buen viaje.

—Gracias.

Al terminar de comer, se levantó y salió de la cocina. Bajé el tenedor y cerré los ojos, me toqué la frente y suspiré.

—"Buen viaje" —bufé muy bajo—. Qué tontería, Analise.

Fui a la sala y lo vi colocarse su chaqueta y tomar su bolso. Levantó la vista y los dos nos quedamos mirando, era extraño, la verdad. Éramos amigos, sí, pero también dos seres humanos que aceptaron no inmiscuirse en el otro, y eso significaba tener líneas.

¿Esto podía significar traspasar la línea, despedirse con un abrazo o algo así como si nos conociéramos más de lo que en realidad lo hacíamos?

Le hice la tarea más fácil.

—Vuelve antes de que nos lleguen las facturas de las cuentas, Hades—sonreí.

Sus hombros se relajaron y asintió, dándome una sonrisa ladeada suya que siempre tenía ápices de oscura diversión.

—Es posible que te deje pagar las facturas tu sola.

Blanqueé los ojos.

—Ya lárgate.

La puerta se cerró y, de nuevo, me quedé sola.

***

HADES BLACKFORD.

— ¡Hades!

Que tu hermano pequeño se te tire encima, era una mierda. Sobre todo cuando dicho hermano pequeño ya tenía veinte años.

—Joder, Hefestos. Sabes que odio que me abracen—lo forcé por los hombros a que me soltara, no lo hizo.

Me miró mal.

—No viniste a mi cumpleaños, Hades, acepta que debes recibir mi cariño, huraño.

Rodé los ojos, pero internamente sonreí. Hefestos siempre había sido mi aire de humanidad y tranquilidad, no había nadie en este mundo que llegara tan fácil a mi mismo como él.

Bueno, y ella.

Diablos, como la extraño.

Hefestos por fin me soltó y ahí estaba Johana y Hermes. Ella corrió hacia mí y la abracé con fuerzas.

— ¡¿Y a ella sí la deja?!

—Cállate, Hefestos, sabes que ellos dos son así—le dijo mi hermano mayor.

La solté y ella ya estaba teniendo lágrimas fáciles por sus mejillas. Rodé los ojos y la hice darse la vuelta y la llevé de nuevo hasta donde estaba Hermes.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora