👩🏻‍⚕️ Capítulo 41| El baby shower.

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Gracias a Dios, la semana de Raquel terminó y me despedí de ella con la sonrisa mas falsa que pude dar.

Sin Raquel, el aire denso entre Ares y yo se disipaba y volvíamos a ser los mismos, curioso, ya que nos enojábamos y parecía que nunca nos volveríamos hablar, luego a los diez minutos nos hablábamos como si nada.

Era extraño, pero así era ¿Qué podía hacer?

— ¡Dime! —exigió María por enésima vez.

Me reí y le lancé un trozo de fresa en la cara, haciendo que su nariz se tiñera de rojo. Todos en la mesa del parque se rieron, Max le dio un beso en la nariz a lo que ella rodó los ojos y me sacó la lengua.

Me tomó por sorpresa que Max y María salieran diciendo que estaban juntos y me dio algo de pena Jeremías que lo había visto la otra vez con ojeras y pálido como la muerte. Sabía que le hacía daño a Max, pero al parecer él era su soporte porque sin él, su aspecto y la vida en sus ojos estaba extinguida.

No podía meterme, no era mi asunto y además tenía mis propios líos, como justo ahora la mirada de Marco comenzaba a cansarme. Sabía que quería lo mejor para Ares y quizás para mí, pero... no lo sé, sencillamente me parecía algo cansino.

—Tendrán que esperar para hoy en la tarde.

Marlon se quejó.

—Me cago en la puta, ¿es que cual es tu manía de dejarnos en la duda?

—Si les digo, no tendrá sentido hacer la actividad de mostrarles el sexo del bebé.

—Sí, Analise tiene razón—apuntó Josh, comiéndose una vara de pan.

—Pues bien, mas tarde será—aceptó Luis.

Sonreí.

— ¡Hay que ir de compras e ir al spa! —Dijo María—. Necesitamos hacerte parecer una diosa.

Gimoteé y me acerqué a Ares.

—Sálvame—cuchicheé.

Se rió y pasó un brazo por mis hombros.

—No es tan malo.

—Tú no eres mujer—me quejé—. Y además, no quiero caminar más—levanté uno de mis pies—. Ya se me comienzan a inflamar.

Hizo una mueca de dolor al ver mi pierna.

—No creo que sea correcto que te la lleves—le dijo a María, que lo miró mal.

— ¿Me emprestas tu auto?

—No—le dio una sonrisa falsa.

Bufó y miró a mi primo.

— ¿Me lo emprestas tu?

—No confío en ti al volante, María Magdalena—la miró mal—. La última vez dejaste mi auto en el puñetero lago y todavía no entiendo como lo metiste ahí.

—Si...—se rió avergonzada—. Digamos que ese día me pasé con la hierba.

Me eché a reír.

— ¡Mi madre no me dejó volver a Rusia por eso, pendeja!

—Fue un accidente—le quitó importancia—. Lo importante es que salí viva.

—Viva y más loca.

Le sacó la lengua.

—Me amas.

—Te odio mucho.

—Así son los hermanos.

—No eres mi hermana.

—Por nuestra amistad.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora