👨🏻‍⚕️👩🏻‍⚕️ Capítulo 31| Lo inesperado.

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ARES HIDALGO.

— ¿Cómo va lo que te pedí?

Artemis me miró mal.

—Te he dicho que no es fácil.

—Te lo pedí en octubre—me crucé de brazos—. Han pasado dos meses y nada.

—Ares, ¿tú crees fácil cerrar una clínica? Necesito un por qué.

—Y ya te lo di: esas personas obligan a las chicas abortar, es un derecho que niegan.

Suspiró pesadamente.

—Lo otro que me pediste fue más fácil.

—Sí, pero ahora necesito otro favor de ti que es igual de importante.

Me miró.

—No sé qué diablos pasa allá en tu universidad y es mejor que no me meta—acomodó su cabello—. Llamaré a uno contactos y haré todo lo que esté a mi alcance para cerrarla.

Caminó fuera de la cocina, pero lo tomé del brazo. Él me miró.

—Gracias, hermano.

Se quedó mirándome un segundo y luego asintió. Deshice mi agarre y se fue.

***

Grecia siempre me parecía un lugar perfecto por ese aire antiguo que tenía toda la ciudad, sus habitantes y todo me era fascinante cada que volvía a Grecia por la navidad.

—Todo esto lleno de polvo me aburre.

Observé a mi abuelo que estaba sentado a mi lado, mirando todo con un aburrimiento muy impropio de él.

—La otra navidad no parecía molestarte.

Alexia, la chica que sustituyó a Claudia cuando se fue, caminó hasta nosotros sonriendo.

—Es hora de su medicación, Señor Hidalgo.

Artemis a mi lado estaba intentando que sus hijas dejaran de preguntarle sobre donde salían los bebés mientras que su esposa los veía de lejos, sonriendo cuando Artemis levantada la cabeza en su dirección buscando ayuda.

Todo lo que era de mi hermano serio y frío, se fue a la mierda cuando llegaron esos terremotos.

Todo lo que era mi familia llena de frialdad se fue a la mierda y era bueno, tenía una familia con la que me sentía a gusto de nuevo de pasar el rato.

— ¿Qué tal si nos vamos de aquí y vamos a París?

Hice una mueca.

—Fuimos a París en vacaciones, madre.

Ella se encogió de hombros. Caminó hasta nosotros y tomó a una de las gemelas, eran tan parecidas que me confundía como un imbécil intento saber quién era quién.

—Nunca nadie se cansa mucho de Paris, Ares.

— ¿Por qué no vamos a Egipto? —Intentó a Apolo acariciado la mano de su esposa—. Jamás hemos ido.

Mi padre levantó la cabeza de su móvil y miró a mi hermano menor.

—Les tienes pánico a las momias.

Él se sonrojó, pero intentó ocultarlo.

—Eso era cuando tenía ocho años.

—Cielo, no pudiste dormir luego de ver esa película de momias—dijo su esposa.

Él la miró.

—Estás alimentando las ganas de mi familia de burlarse de mi, gracias.

Ella rió.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora