👩🏻‍⚕️ Capítulo 47| La verdad.

453 49 92
                                    

ANALISE REYNOLDS.

Algunos días después...

Entré al consultorio con Ares siguiéndome, la doctora López nos dio una sonrisa y me miró.

—Escuché que secuestraron a María—hice una mueca.

Que tacto.

—Oh, dios, Ana. Lamento mucho todo lo que ocurrió en ese club—me apretó un hombro—. La muerte de ese chico fue muy fea. Que tragedia.

Estaba harta del tema, suficiente tenía yo con mi consciencia recordándome, yo llamando cada día a la policía para que me contaran que había sucedido, pero siempre era la misma corta y exasperante respuesta: "lo lamentamos, señorita Reynolds, pero no sabemos nada aun"

Le di una pequeña sonrisa.

—No sé preocupe.

Ella aceptó mi escueta sonrisa y me indicó que me recostara en la camilla. Apreté la mano de Ares y me dio una sonrisa, observamos la pantalla y una sonrisa sincera apareció en mi boca al ver ya a mi bebé. Verlo siempre me levantaba al ánimo. La doctora sonrió al vernos y señaló la pantalla.

—Por la nueva tecnología, podremos ver a tu bebé mucho mejor, Ana.

Miré a la doctora.

— ¿De verdad?

Asintió, riendo. Se levantó y buscó algunas cosas, tomó una zonda, la conectó al equipo y luego la pasó por mi barriga. La pantalla se puso negra un segundo y luego quise llorar al ver a mi bebé. Jadeé y llevé mi mano a la boca.

—Santo diablo—mis ojos se llenaron de lágrimas. Era tan bonito, tan... mío.

Ya no era una macha blanca, ahora podía ver su cuerpo, sus piernas, sus bracitos. Todo. Y era perfecto.

La doctora presionó algunas teclas y ritmo del corazón de mi hijo comenzó a escucharse. No dejé de mirar a mi hijo con admiración, no me cansaba de escuchar su latir. Nada. Todo de él era tan lindo e increíble que hasta un solo respiro de él me parecería fascinante.

—Está sano, su corazón bombea fuertemente. Eso es una buena señal—nos sonrió.

Miré a Ares que mantenía la vista fija en la pantalla con admiración, tomé su mano y me miró.

—El granito de arroz es perfecto—susurró.

Solté una risa llorosa.

—Lo es, sí—concordé.

Levantó mi mano y besó mis nudillos. Sonreí. Acaricié su mejilla y al pasar mi dedo por sus labios, lo mordisqueó suavemente. Me sonrojé y él me dio una sonrisa picara.

—No coman delante de los pobres—escuché a la doctora.

Ella siguió observando cómo estaba mi bebé.

Me reí.

—Él bebé nacerá entre el primero y diez de junio—nos sonrió—. Hablaré con unos colegas y seré la encargada de llevar parto.

—Bien, eso sería perfecto.

Rato después, mientras Ares manejaba, yo sonreía como una niña chiquita, observando la ecografía.

— ¿Crees que seré buena madre?

Me miró un segundo para volver la vista a la carretera.

—Depende.

— ¿Depende de qué?

—Depende de cuánto amor estés dispuesta a darle al bebé.

—Pues, todo—dije con obviedad—. Yo ya lo amo.

El caos que somos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora