Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses, los meses en años. El tiempo parecía pasar cada vez más rápido y sus vidas se encontraban en cambio constante.
Pese a eso, seguían siendo ellos. Aunque ahora vivieran en otro lugar, aunque sus perros habían crecido y Luther ya no se encontraba con ellos, aunque todos fueran por caminos distintos. El grupo que había nacido años atrás jamás había desaparecido, de hecho, había crecido, aumentando la actividad en aquel grupo de WhatsApp y siendo la prueba de que aún se querían.
Y lo más importante, el amor entre ambos era igual, aunque cabe mencionar que recientemente se habían estado distanciando un poco y habían estado discutiendo un poco más seguido que de costumbre... Pero no eran más que pequeños contratiempos después de todo.
— Venti, ¿acaso eres un bebé?— Se quejó Xiao mientras lavaba su rostro con agua. Su novio reía al fondo, aunque aún preso de la vergüenza.
— ¡Ya te dije que lo siento! ¡No puedo controlarme mientras duermo!— Se defendía entre risas.— ¡No es mi culpa haber babeado!— El de orbes ámbar frunció el ceño.
— Qué más da, es asqueroso.— Se quejó.— Se repite esto y vas al sofá.
— ¡Nooo! ¡Por favor!— Se abrazó de él por la espalda, quejándose.— Dudo que vaya a pasar otra vez... Es la primera vez en años que babeo mientras duermo. Y antes solía ser cuando me ajustaban los brackets.— Añadió.— Además, ¿acaso nunca te ha pasado esto?
— Sí, pero hace muchos años que no me pasa. Y dudo que vuelva a pasar.
— Uno nunca sabe.— Frunció el ceño.— Bueno, iré a despertar a Sayu. Que sabiendo cómo es, nos va a dar problemas si la despertamos más tarde.— Comentó, separándose de su novio.
— Nos los dará igualmente.— Xiao se dio la vuelta y besó rápidamente los labios de Venti, quien sonrió.— Pero bueno, qué se le va a hacer. Se parece bastante a ti.
— Yo no voy quedándome dormido por ahí.— Se defendió.— A saber cómo eran sus padres para que ella haya salido así de dormilona.— Dijo mientras de retiraba de allí. Su novio lo vio irse con una suave sonrisa en su rostro.
A veces ellos mismos se sorprendían de ver hasta dónde habían llegado. Lo que empezó con Venti proponiendo matrimonio en el instituto y siguió con Luther dándole cariños a la pierna de Xiao acabó siendo lo mejor que les pasó en sus vidas. Acabó siendo una relación que ahora cumpliría catorce años, y pronto harían tres desde que tenían una hija.
La felicidad que algo como eso le traía a ambos era simplemente increíble. Estar ahí ahora significaba muchísimo para ellos.
— Sayu, cariño, levántate.— Pidió Venti, harto de esas batallas cada mañana.— Vamos a ir a visitar a Ganyu, ya sabes que pronto es su boda. Qiqi estará allí, ¿no quieres jugar con ella?— La chiquilla se levantó lentamente de la cama mientras frotaba sus ojos.
— Sí, sí.— Susurró ella, aún adormilada.— Ya vooooy...— El de mechas celestes suspiró y besó su frente.
— Papá y yo te estaremos esperando, apresúrate, ¿vale? Dejé tu ropa en el escritorio.— Señaló el mueble.— Y no te duermas otra vez.
— Lo intentaré.— Dijo. Su padre se puso en pie y salió de la habitación, cerrando tras él. Si en unos minutos ella no iba, iría a buscarla y él mismo la vestiría, aunque sabía que a ella le gustaba hacerlo por sí misma, motivo por el cual solía dejarla sola.
— ¿Ya despertó?— El de orbes esmeralda asintió.
— Si no viene en un par de minutos iré a revisar. Es que la descuidas un poco y vuelve a dormirse.— Se quejó, abrazándose de su pareja, quien ya estaba preparado para salir.— Hmmmm...
— ¿Sucede algo?— Preguntó el de orbes ámbar. Su novio negó y jugueteó con su cabello.
— No, no te preocupes.— Xiao suspiró y lo besó.
Venti correspondió, pasando sus brazos tras el cuello ajeno y cerrando sus ojos. Siempre que se besaban el resto del mundo parecía hacerse pequeño.
Por un momento, durante aquella mañana, se sintió como si toda la tensión entre ellos a lo largo de los últimos meses no hubiera existido.
Porque aunque trataban de ignorarla, esa pequeña molestia seguía ahí. Existía, y estaba atormentando a ambos lentamente.
Hacía ya un tiempo que Venti había notado a Xiao algo más distante. Se encerraba en una habitación y pasaba horas allí dentro, para luego, al salir, decir que no estaba haciendo nada importante. La puerta cerrada era una tentación para Venti, pero nunca se había atrevido a pasar, comprendiendo que su pareja quisiera algo de privacidad. Aunque le molestaba no saber por qué pasaba tanto tiempo ahí.
— ¿En qué momento se hicieron tan unidos Ganyu y Kazuha?— Preguntó Venti con diversión mientras iban en el coche. Sayu, como no era de extrañar, se había vuelto a quedar dormida. Mientras tanto, sus padres hablaban tranquilamente.
— No tengo ni idea. Pero me gusta ver que están tan cómodos juntos.— Comentó el hermano de la mencionada.— Y también se lleva muy bien con Gorou.
— Últimamente siento este grupo más grande. Ahora también tenemos a Bárbara, a Noelle, y se nos han unido Thoma y Ayaka.— Comentó Venti.— Bueno, Ayaka no es de extrañar, es la pareja de Aether, después de todo.
— Lo mismo pasa con Noelle.— Dijo Xiao.— Y, sí, la verdad es que es curioso... Aún recuerdo cuando solo éramos Aether, Lumine y yo. Quién me diría que algún día acabaríamos así.— Rio.
— Y yo recuerdo cuando estaba solo. Quién me diría que al final acabaría con todos vosotros.— El de orbes esmeralda sonaba realmente feliz. Su novio fue contagiado por su felicidad, dejando escapar una pequeña sonrisa.
Al detenerse en el semáforo, se giró a ver a Venti. Este observaba a través de la ventana, atento a la calle. Aprovechó el momento para apartar su largo cabello y besar su cuello, logrando que su rostro fuera coloreado de rojo al completo.
— ¡Xiao, qué te dije los besos en el cuello sin previo aviso...!— Se quejó, cubriendo la zona besada con una mano y con su rostro tan similar a un tomate. Su novio sonrió.
— Lo lamento.
— ¡Lo lamentas siempre, pero luego vuelves a hacerlo!— El de orbes ámbar se encogió de hombros, volviendo a dirigir su vista al frente.
— Simplemente es inevitable.
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Flowers ❜𖦹̫ꪳ𝆃 XiaoVen
Fiksi PenggemarXiao aún recordaba aquel momento con claridad: él iba caminando tranquilo por el patio del instituto, cuando un joven de grandes orbes esmeralda y graciosas trenzas se le acercó corriendo con unas flores que había arrancado de por ahí y luego había...