Sokovia

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*Narra Olivia*

Me quedé dormida llorando, estaba tan cansada que no escuché cuando los hombres entraron, cuando abrí los ojos, ya habían cubierto mi cuerpo con dardos sedantes, en segundos todo se tornó negro, lo ultimo que vi fue a mamá...

Quería despertar pero me era imposible, todo se movía de forma extraña, escuchaba voces y autos, ¿a dónde me llevaban?

Después de un rato sentí como me levantaron y me cargaron, caminaron un par de metros, sentía cada que daban vuelta en pasillos hasta que se detuvieron, me dejaron en una cama y escuché como una puerta oxidada se cerró. 

Horas después logré despertar, mi cabeza me dolía bastante y me sentía muy débil, creo que se les pasó la dosis de sedante por mucho. Me incorporé en la cama y miré hacia afuera de la celda, atraves de los barrotes, cruzando el pasillo habían otras dos celdas, imagino que a los lados también, para comprobar mi teoría intenté ir a asomarme, bajé de la cama despacio y caminé unos pasos pero caí al suelo, me levanté con ayuda de la cama y me senté en ella,  . Escuché puertas abriéndose y pasos dirigiéndose a mí, una parte dentro de mi quería ponerse en alerta, pero la otra ya no le importaba lo que pudiera pasar, la segunda ganó, pues me quedé en la orilla de la cama mirando mis manos cubiertas en sangre seca. Segundos después entró un hombre de estatura promedio, no tenía pelo y usaba un monóculo. Se acercó a mí y levantó mi barbilla con su dedo indice. 

-Señorita Barnes, Mi nombre es Wolfgang Von Strucker y estoy a cargo de esta instalación, que será su nuevo hogar y será mejor que se comporte 

Hacia algunas horas, habría arrancado su mano sin pensarlo, pero ya no me quedaban fuerzas para absolutamente nada, así que solo asentí con la cabeza. 

-Excelente, como veo que está en una actitud cooperativa, le permitiré darse un baño. 

Mientras decía esto, colocó sobre la cama una especie de bata o vestido gris

-Hay más de estos en el armario de por allá, son su uniforme. 

Seguí asintiendo con la cabeza, esperé a que se fuera, tomé la ropa de la cama y me dirigí al baño. Me quité la pijama y la deseché, estaba completamente cubierta en sangre. Me metí a la bañera, el agua era tibia, en la instalación anterior, no había agua caliente y siempre estaba nevando, seguramente estábamos en el polo norte, ahora jamas lo sabré. Mientras el agua caía sobre mi cabello y mis hombros, limpié la sangre lo mejor que pude, quería deshacerme de la atrocidad que había cometido, no entendía que me había pasado, no era yo, mamá estaría decepcionada... 

Salí del baño con el extraño vestido puesto y me acosté en la cama mirando al techo, de nuevo escuché los pasos, era el señor Strucker, me senté para recibirlo. Entró a mi celda con una caja en las manos.

-Son algunas de sus pertenencias y un par de objetos nuevos para que pueda distraerse en lo que llegan sus compañeros. 

Dejó la caja en la cama, la miré con algo de emoción, pero esperaría a que se fuera para abrirla, se paró en la entrada y me miró 

-Dejaré su celda abierta, no intente escapar, no queremos que se repitan los sucesos anteriores. 

Su comentario me cayó como un balde de agua fría, pero no dije nada. Cuando dejé de escuchar sus pasos gateé hacia la caja y la abrí, lo primero que vi fue a mi conejito de peluche, lo saqué rápidamente y lo abracé contra mi pecho, era lo ultimo que me quedaba de papá, también estaba el brazalete que Yelena hizo para mi y el dibujo que Melina me obsequió en navidad, mis ojos se llenaron de lagrimas, pues estas cosas me recordaron que ya no tenía a nadie, lo único que me quedaba, era la tranquilidad de que Melina había logrado salir, espero algún día volverla a encontrar. 

Pasaron un par de días, eran bastante aburridos pues no tenía permitido salir del pequeño pabellón en el que me encontraba, ni siquiera me llevaban a entrenar, mi día se basaba en dibujar, armar rompecabezas y comer. 

Esa mañana me encontraba acostada boca abajo en el suelo coloreando un dibujo, cuando escuché unos pasos, pero estos eran diferentes, era un olor nuevo también. No sabía de quién se trataba, entonces recordé que Strucker mencionó algo sobre compañeros, me incorporé para estar preparada, la puerta del pabellón se abrió y entraron las tres personas Esperé atenta hasta que por fin pasaron frente a mi celda, se trataba de una chica y un chico, se veían jóvenes quizá de la edad de Yelena. Tenían el cabello castaño oscuro y ojos verdes, eran bastante similares. Ambos me miraron con curiosidad y luego se miraron entre sí.

-Ella es su compañera. No habla, así que no esperen una conversación con ella. 

Strucker les mostró sus respectivas celdas, le entregó los uniformes y se despidió, pidiéndoles que se acomodaran y que lo llamaran si necesitaban algo; estaba a punto de salir del pabellón, pero se detuvo en la entrada. 

-Casi olvido decirles, mañana comenzamos las pruebas, con los tres. 

¿Qué pruebas? No tenía idea de lo que sucedería, pero no creo que fuese peor a todo lo que hicieron conmigo en la otra instalación, al menos este hombre era un poco más amable que Karpov y Rumlow.  Estaba sumergida en mis pensamientos hasta que escuché a los muchachos acercarse, alcé la mirada y estaban parados en la entrada de mi celda.

-Hola pequeña 

-¿Cuál es tu nombre?

Tenían un acento algo extraño, no sonaba como el acento británico de mamá y mío, tampoco como el acento americano de papá, era mas como el acento ruso de Yelena, pero un poco diferente. En lo que analizaba esto del acento, ambos se sentaron frente a mi, me resultó un gesto amable, ellos se veían como buenas personas. 

-Olivia 

Dije casi en un susurro, era la primera vez que hablaba desde que mamá murió, se sentía bien hablar con alguien de nuevo. 

-¿cuántos años tienes Olivia?

-cinco 

Se miraron con tristeza y duda 

-¿en dónde están tus padres pequeña?

oh no, fibra sensible, mis ojos se cristalizaron de inmediato y agaché la cabeza, decidí cambiar de tema. 

-¿Ustedes cómo se llaman? 

-Yo soy Wanda, y el es mi gemelo, Pietro. 

Les dediqué una sonrisa sincera y ellos me devolvieron el gesto, su presencia definitivamente me alegró. Arranqué dos hojas de mi cuaderno y se las puse en frente, también les presté un par de colores, y los miré expectante, rápidamente cacharon mi propuesta y se pusieron a dibujar conmigo. No se como llegaron a este lugar, pero su compañía es lo mejor que he tenido en días, espero que no mueran, como el resto de mi familia...


si no vuelvo, recuerda que te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora