El caliz de fuego

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Tom: ¡Elizabeth date prisa, no tardan en llamarnos! —dijo detrás de la puerta—

Elizabeth: ¡Ya lo sé, no es necesario que me lo repitas! —Abri la puerta para que me viera que ya estába lista—

Mattheo: Ya déjala Tom, sabés que es más responsable que nosotros. —opino mientras pasaba enfrente de nosotros, tomando un trago del vaso que traía en mano—

Tom: Más vale mantenerla en supervisión.

Elizabeth: Ya no soy una niña, no necesito la supervisión de alguien. —salí de mí habitación y le quite el tragó a Mattheo—

Mattheo: ¡Oye, éso era mío pequeño duende!

Elizabeth: Ahí tienes todas las botellas de whisky para tí. —apunte hacía una mesa que estaba llena de botellas—

Elfo: Chicos, Su padre me mandó decirles que ya los están esperando

Tom: ¿¡Que carajos te pasa, no te han dicho que tienes que respetar a tús superiores!? —iba a golpear al elfo pero lo detuve a tiempo—

Elizabeth: Gracias Dobby, puedes retirarte. —le dedique una sonrisa y el elfo me regreso el gesto antes de irse—

Tom: ¿Por qué siempre defiendes a ésa pequeña mierda?

Elizabeth: Porque ésa pequeña mierda, cómo tú lo llamas, fué mi única compañía cuando era niña, así que no voy a permitir que le hagas dañó. —lo dije de la forma más tranquila mientras bajaba las enormes escaleras—

Mattheo: Pensé que tú único amigó era Malfoy. —prendió un cigarrillo y se colocó a un lado de mí, enfrente de la puerta para entrar al comedor—

Elizabeth: Ese imbécil nunca fué mi amigo, se burló de mí sólo por negarme a hacer un cruicio cuándo tenía ocho años, además, no lo he visto en años.

Tom: Pues prepárate para volver a verle su cara de hurón.

Elizabeth: Esperó no intercambiar miradas ni palabras con el, no estoy de humor.

Mattheo: ¿Cuándo lo estás?

Elizabeth: Generaliza la pregunta, los tres tenemos el mismo carácter de mierda.

Tom: Tienes peor carácter de lo normal, ¿Qué es lo que tienes?

Elizabeth: No tengo nada, y dejá de hacer preguntas estúpidas.

Mattheo: Claro que si tienes algo, has estado muy rara desde que leíste esas extrañas cartas qué llegaron en la mañana.

Flashback

Tom: ¡Eli, Mattheo, tienen que ver algo! —grito desde la entrada de la planta baja—

De mala gana me quite la sabanas de encima, tome el pomo de la puerta abriéndola, haciendo que Mattheo y yo sólo saquemos la cabeza por las puertas de nuestras habitaciones.

Mattheo: ¿Que mierda le pasá a ése idiota? —me volteó a ver todavía con los ojos cerrados y de un momento a otro los abrió cómo platos—

Elizabeth: ¿Que? ¿Por qué me ves así?

Mattheo: ¿Que te pasó en la cabeza? —solto una risa y le avente el cojín que traía en manos—

Elizabeth: Tu estúpido cabello rizado parece una escoba. —solte una carcajada y me aventó con más fuerza el cojín—

Tom: ¿¡Van a venir o no!? —de mala gana salimos del cuarto—

Mattheo: ¿¡Qué carajos te pasa Tom!? Son las seis de la mañana pedazo de imbécil. —se quejó casi arrastrando los pies por las escaleras—

 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐑𝐃𝐀𝐃  𝐐𝐔𝐄  𝐍𝐀𝐃𝐈𝐄  𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora