Capítulo 41

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Beso por todos lados mi cara, su brazo rodeada mi hombro así que no podía zafarme tan fácil de él.

Elizabeth: ¡Draco! —reí, intentando soltarme— ¡Me estás mojando toda la cara con tus besos!

Draco: ¡Sabes que te encanta! —sonrío y siguió besándome toda la cara—

Elizabeth: ¡No! ¡Basta! —reí—

Draco: Eres todo lo que esta bien. —susurró antes de besar mis labios—

Elizabeth: Eres un maldito engreído y manipulador.

Draco: Así me amas. —se justificó—

Elizabeth: Te pareces a mí, así que eres todo lo que vale la pena.

Dejo de besarme para ahora mirarme fijamente a los ojos, disfrutando de estar enredados entré las sábanas, viendo el bosque a través de la norme ventana que quedaba a mis espaldas.

Y tocaron la puerta.

Draco bufó y se dió la vuelta, quedando con la mirada hacia el techo. Me levanté de mala gana a abrir la puerta.

Tom: Bajen a desayunar, y no es una petición, es una orden —dejo de mirarme para recorrer su vista a atrás de mi— Buenos días cuñado. —sarcástico y se fue con mala cara—

Y cerré la puerta en cuanto desapareció de mi vista, haciendo que Draco soltara la carcajada que estaba reteniendo al igual que yo.

Draco: ¿Cual de las dos crees que se enteró?

Elizabeth: La segunda, la primera sólo tú y Lucius lo sabían.

Draco: ¿Tanto ruido hicimos? —carcajeó—

Elizabeth: Lo suficiente para que tenga esa cara, si.

Draco: Ya no tiene nada que reprochar —se sacó las cobijas y se levantó— Tú ya eres mayor de edad, y si quiere una mejor justificación, ya eres la señora Malfoy. —tomó mi mano y entrelazados los dedos señaló el anillo—

Con la misma mano me miró con extrañes, levantando mi brazo y me dió una vuelta.

Draco: Mi querida señora Malfoy, mi pijama le queda bastante bien, pero no me convence, así que tendré que quitarla.

Con sus brazo rodeó mi cintura y me trajo hacia el, dejando descansar mi mano que sostenía en su hombro.

Elizabeth: Draco, tenemos que bajar ya. —esquive sus besos—

Draco: Vamos, será rápido. —río y me cargó, rodeando mis piernas en su torso desnudó—

Y entre risas, entramos al baño.

(...)

Eran aproximadamente las nueve y media de la mañana, todos ya habían comenzado a desayunar. Cuando entramos, todos respondieron nuestro saludo alegres, incluso mis adorados hermanitos.

—Ayer se perdieron cuando abrimos los regalos ¿Donde estaban? —preguntó amablemente mamá, dando un sorbo a su copa con jugo—

Draco: Sobre eso Eli —dejó los cubiertos que tenía en mano y las recargo sobre la mesa— A tu hija ya se lo dije, pero no pedí su opinión, así que lamento adelantarme. —río tímidamente—

—¿Adelantarte sobre que, cariño?

Se acomodó las mangas de la camisa y me volteó a ver, dando otra vez su risita nerviosa y regresando su vista hacia mis padres, que mi papá estaba en la cabecera del comedor y mamá a su lado derecho, queda enfrente de nosotros.

 𝐋𝐀 𝐕𝐄𝐑𝐃𝐀𝐃  𝐐𝐔𝐄  𝐍𝐀𝐃𝐈𝐄  𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora